"Tres días con la familia", así se llama mi película favorita de este año... y quizás también la película más reciente que ha entrado en mi lista de películas favoritas de todos los tiempos.
"Tres días con la familia" es una película asombrosamente sencilla que desde el primer día que la vi, en el pasado festival de cine Español de Málaga, me ha dejado con la boca abierta.
El film narra la historia de Léa, una joven perteneciente a la burguesía catalana, que vuelve a reencontrarse con su familia por motivo del fallecimiento de su abuelo paterno, el patriarca de la familia Vich y Garbó.
Es una historia en la que apenas hay diálogos, es un film de miradas y silencios que cuentan muchas cosas, pequeños detalles que se van uniendos con otros para crear una radiografía certera y directa sobre la institución familiar.
En esta historia hay hermanos que se odian en silencio, amores que no son tal, gritos silenciosos y siempre disimulados que demandan una leve atención por aquellos que están más cerca de nosotros, momentos de alegría efímera dónde una canción nos invita a alejarnos de la sucia falsedad que nos rodea.
En esta película los padres son figuras ausentes y lejanas, cómo si en realidad padre e hijos hayan sido obligados a convivir por el mero hecho de haber nacido en la misma familia. En esta película unos se ríen de otros, anteponiendo su seguridad y su "grandeza" por encima de otras visiones y otros modos de vivir.
Hay tres secuencias de este film que literalmente me ponen los pelos de punta;
- Una de ellas es cuando Léa habla con su novio francés por teléfono y este le dice que ya no quiere seguir con ella. Léa rompe a llorar. Inmediatamente cortamos a un plano del padre de Léa que en su habitación, y sentado a los pies de la cama, escucha el llanto silencioso de su hija al otro lado de la pared.
- La otra secuencia es cuando Léa y su madre hablan claramente y dan por finalizado un tiempo de silencio. Una conversación que encierra ira y desconfianza por estar tanto tiempo fingiendo que todo iba bien... en esta conversación madre e hija se atacan mutuamente y cada una, a su manera, trata de hacer daño a la contraria. En realidad las dos necesitan ayuda, sólo que el paso del tiempo ha forjado su relación en un orgullo cerrado.
- Y la última secuencia es cuando Léa, al final de la película, rompe a llorar delante de todos los suyos, cuando están comiendo, antes del entierro se su abuelo... Ya no puede más y el grito silencioso se convierte en un llanto de dolor. Ya no hay nada que perder. Ella se siente extraña en su propio círculo, quiere salir de ahí pero no sabe cómo.
En sólo 75 minutos la directora de la cinta, Mar Coll, haca una disección seca y sin tapujos de todos los problemas y conflictos que la institución familiar encierra. Con el añadido de que esta familia es de clase alta, por lo tanto, los conflictos están más soterrados que en una familia de clase media, aquí importan primero las apariencias... lo ajeno, lo extraño, lo feo y lo sordido siempre está soterrado bajo una capa extraña de falsa tranquilidad y quietud.
Destacar aquí la soberbia labor de todos los actores entre los que sobresalen los dos protagonistas de la cinta, (ganadores de sendos premios a la mejor interpretación en el pasado festival de cine Español de Málaga), Padre, interpretado por el siempre impresionante Eduard Fernandez, e Hija, interpretada por una actriz debutante (Nausicca Bonnin), que da toda una lección interpretativa al encarnar con increible dureza y seguridad un personaje dual, con varias caras... y que en manos de otra actriz menos acertada hubiese quedado en agua de borrajas.
"Tres días con la familia" es una de esas películas que te acerca más a la verdad, a esa verdad que en el cine (por ende en la ficción) suele estar mejor explicada que en la realidad misma que vivimos día a día.
Por último recomendar su visión en versión original, (catalán) con subtitulos en castellano.
Una gozada y una obra maestra.
Sin más.