viernes, 17 de febrero de 2012

MARLON BRANDO




Hasta hace tres días Marlon Brando no me caía muy bien. Había leído artículos sobre él en los que se decía que durante toda su vida tuvo un comportamiento chulo y prepotente, poco serio, muy poco comprometido con el medio en el cual trabajaba, etc, etc.


Pero hace tres días paseaba por la sección de libros de la fnac y vi a un precio irresistible su autobiografía "Las canciones que mi madre me enseñó". Nunca había oído hablar de ella. Muchos de mis lectores saben que siempre he dicho que los mejores libros sobre las personas que han vivido son aquellos que han escrito ellos mismos. Hay que huir, en la medida de lo posible, de aquellas biografías que están escritas por personas ajenas. No porque sean malas, sino porque es fácil escribir sobre alguien sin conocerlo personalmente y decir cosas sobre él que, aunque cerca de la realidad, no pueden ser entendidas en su contexto, con sus propias palabras.


Pues bien, desde hace tres días me estoy leyendo la autobiografía de Brando y estoy alucinando. No sólo me he encontrado con una persona de mente perfectamente amueblada, sino que leo sobre episodios de su vida que necesitan de un enorme valor para ser contandos, y necesitan aún más valor para ser analizados por la propia persona que los sufre.


Brando era un niño que crecío sin afecto. Su madre se pasaba todo el día borracha y su padre, además de beber, pasaba temporadas fuera de casa donde se entretenía cortejando a prostitutas y visitando todos los clubs nocturnos del estado. Cuando volvía a casa, no sólo no hablaba con sus hijos, sino que les molía a palos en cuanto tenía la ocasión. Al menos Brando así lo cuenta.


Me sorprende leer cartas que Brando escribía a sus padres cuando empezó a ser famoso, cartas que no obtenían la respuesta deseada, más que nada porque Brando mandaba carta a sus padres pero estos no le respondían. En estas cartas de un casi adolescente tardío Brando comenta a sus padres que necesita cariño y afecto por parte de ellos y que espera se sientan felices del éxito que está obteniendo, ya que cuando era pequeño, sólamente le repetían, sus padres y sus conocidos, que iba a ser un desgraciado durante toda su vida.

Brando no esconde tampoco su adición al sexo. Sus escarceos amorosos y sexuales con fans, actrices, desconocidas y psicópatas que se lo querían comer vivo. Si, habéis leído bien. Brando estuvo dos años siendo perseguido por una mujer que tenía un plan para secuestrarlo y comérselo vivo. Cuando Brando se enteró de esto tuvo una enorme curiosidad y llamo a la mujer, quedó con ella en su casa e intento hablar con ella con dos motivos; primero para saber que le había incitado a pensar que él y no otra persona merecían ser comidos por ella, y en segundo lugar sentía la curiosidad imnata de cualquier actor... quería conocer la realidad de esta forma de ser por si en un futuro, algún papel cinematográfico se asemejaba con él. Brando y esta psicópata hablaron durante toda la noche y acabaron haciendo el amor. Durante mucho tiempo después, aún sabiendo que esta mujer estaba siendo atendida por servicios psiquiátricos, Brando se preocupó de ella, y dos veces al mes llamaba a casa de sus familiares para preguntar por su estado de salud y mandaba dinero por si este podía paliar algúna necesidad médica que estuviera tomando esa mujer en esos momentos.


Brando habla de muchos directores de cine y coincide en que la mayoría son unos cobardes de mierda que no se atreven a vivir las películas que filman. Los reta en cada rodaje, haciéndolos ver que no son Dioses, sino personas, y que como tales han de reconoce que no son, ni de lejos, los reyes de la creación.


En otro capítulo del libro, muy emocionante, Brando habla de su experiencia con una mascota que tuvo durante muchos años, y como sentía que esta mascota era el único ser vivo que lo amaba de verdad, que no le juzgaba, que simplemente le daba cariño sin esperar nada a cambio.

Brando comenta que no compró su isla en Tahití como acto megalómano y exagerado, sino que sentía una firme unión con la naturaleza desde pequeño y quería que sus hijos se criasen en comunidad con esta; sin televisión, sin prensa, sin escuela... y sin políticos. Así que Brando vivía 9 meses en la Isla y otros tres rodando cualquier película, mierdas de película incluso, como él reconoce en alguna ocasión, con tal de poder seguir llevando la existencia que hasta ese momento deseaba experimentar para él y su familia.


Defendió con uñas y dientes a toda las minorías raciales, aunque ni ellas mismas veían con buenos ojos que un blanco millonario pasará con ellos manifestaciones y veladas donde, sin apenas entender su cultura, él intentaba sentirse como uno más.


En otro capítulo habla de Chaplin, según él, un hijo de puta del tamaño de Texas. Alguien que era un genio del cine pero que era incapaz de querer a su mujer e hijos. Comenta que en un rodaje llegó a meterse con su hijo delante de todo el equipo, y todo porque su hijo, que empezaba como actor, no entendía muy bien las indicaciones de su padre. Brando le dijo a Chaplin que no debía tratar así a un hijo. Chaplin le dijo que se metiera en sus asuntos. Brando insistío... y al final, Chaplin tuvo que pedir perdón a su hijo delante de todo el equipo. Cosa que nunca jamás hizo ni en su vida privada.


Habla de como improvisó el monólogo final de "Apocaylpse Now", el ya famoso "Tienes derecho a matarme... pero no a juzgarme". Verdadera declaración de intenciones que cobra todo su sentido cuando uno se pasea por las páginas de su autobiografía.

Reconoce Brando que se hizo actor porque fué lo único que alguien le dijo que hacía bien. Llevaba años esperando la aprobación de sus padres que le hacían sentirse un inutil, y un profesor de una escuela militar le dijo "nunca podrás ser un buen soldado... pero como actor serás el mejor", debido a que en horas extra escolares había interpretado, para sorpresa de todo el cuerpo militar, un extracto de una obra de Shakespeare.


Reconoce Brando que no tenía cultura, ni que sabía nada de nada. Que con los años fué leyendo y tomando su propia opinión de las cosas. Aún así odiaba a todo el mundo que se daba importancia por cualquier cosa que hiciese. Para Brando ninguna cosa que hiciera un ser humano era más importante que cualquier otra cosa que hiciese otro ser humano. Reconocía que era actor porque le pagaban bien y tenía mucho tiempo libre, pero reconocía también que de haber sabido que ser actor llevaba unida una parte negativa, se hubiese dedicado a otra cosa, con tal de que nadie, ni los periodistas ni sus propios amigos, quisieran aprovecharse de él ni de su éxito.


Conoció a los más grandes del siglo XX y siempre pensó que detrás de estos grandes sólo había un poco de suerte, algo de talento y mucho de soledad. En cuanto conoció a James Dean supo que su destino sería morir joven y convertirse en un mito. Odiaba a los famosos que decían ser comunistas o socialistas y luego eran incapaces de pagarle al servicio el mínimo establecido. Decía que Picasso tenía el talento de no tener talento, cosa que, aunque suene exagerado, tiene mucho de verdad.


Dice que su papel en "el último tango en París" le dejó echo polvo y que por primera vez sintió que se asomaba al lado oscuro de su existencia. Reconoce también que Lee Strasberg, el famoso creador del actor estudio, no le enseñó nada, y que el método de este centro de formación para actores es la mayor mentira del siglo XX.


Gran bromista, cuyos ataques de risa eran muy conocidos entre toda la profesión, se sentía mejor hablando con su pescador haitiano que con cualquier celebridad de Hollywood. Según él, el primero le hablaba de la vida, del mar, de los animales, de la rocas, de la muerte... y los segundos hablaban de mentiras inventadas con tal de darle al público lo que estos esperaban de ellos.


Reconoce haber follado con hombres y mujeres por el simple hecho de sentir y experimentar que el sexo sólo era una excusa para poder hablar de cosas más importantes, para poder penetrar en la mente humana, espacio profundo y desconocido que le fascinaba desde que entendió que cuando su padre le pegaba esas palizas que le dejaban lleno de sangre, no era sino un modo de aplacar la irá que sentía por ser un desgraciado, y por querer sentir que lo único que controlaba era poder darle una paliza a su hijo, sin tener miedo de que nada ni nadie podía cuestionarle en ese momento que lo que estaba haciendo estaba mal. Para Brando, en el mundo no hay buenos ni malos, sino experiencias, historias, y soledades que se van tapando con mentiras diarias.




Brando. Menudo descubrimiento.








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