jueves, 1 de marzo de 2012

Hace diez años

El pasado día 27 de febrero se cumplieron diez años de la mayor aventura de mi vida.

El 27 de febrero del año 2002, a las 07:15 de la mañana, abandonaba Málaga en un TALGO 200 con destino a Barcelona. ¿Mi misión? Estudiar cine.

Recuerdo el viaje en tren; los nervios de la despedida, la noche anterior en la cena con mis amigos... ver amanecer desde el tren justo al pasar por Antequera... llegar a Cataluña y observar los acantilados y el mar de Tarragona....

Lo primero que recuerdo de Barcelona es la humedad que sentí al bajar del tren y salir al exterior de la estación. Aún hoy, diez años después, sigo sintiendo plenamente y con todo lujo de detalles, ese aire extraño y frío que me envolvió nada más llegar a la ciudad. El siguiente recuerdo es estar con mis tios y primos en el salón de su casa y ver algunas fotos familiares... el siguiente recuerdo es un ataque de asma que tuve aquella misma noche, por motivo de mi alergia a los gatos. Apenas podía respirar y poco a poco me estaba quedando sin aire... pero allí estaba yo; sobre la cama tendido, sin querer preocupar ni despertar a nadie... Así que me incorporé y apoyé mi espalda contra la pared... poco a poco el ataque de asma se pasó. Fueron dos horas raras. Por un lado apenas podía respirar, por otro lado me encontraba totalmente excitado por mi nueva aventura. Muchas veces me he preguntado sino sería ese ataque de asma reflejo de mi ansiedad, mis miedos no latentes o por el cansancio del viaje... aunque yo, lo achaqué a mi alergia a los gatos.

Recuerdo, dos dias más tarde, salir de la boca del metro en plaza de Cataluña y ver la inmensa fuente que preside la plaza, en el centro. Quedarme boqui-abierto con los edificios, la gente paseando por las aceras, los coches... y la luz. Siempre diré que Barcelona tiene una luz especial. Eso aún no lo ha perdido. Recuerdo encontrarme con Chabe en medio de plaza de Cataluña e ir al cine a ver una película genialmente mala "Última sospecha".

Asi a grosso modo fué mi primera semana en la ciudad Condal. Recuerdo pasear por un hermoso paseo y al doblar la esquina encontrarme frente por frente con la Sagrada Familia. Juro por Dios que me emocioné mucho en este momento... creo que ese ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi vida y en realidad no era nada del otro mundo; yo, un paseo... y encontrarme de frente con un edificio que tantas veces había visto en la televisión o en los libros.

Luego vinieron dos mese de auténtico placer al recorrer las calles de esta ciudad, descubriendo cada rincón, paseando por cualquier esquina, comiendo y cenando en restaurantes maravillosos, conociendo por primera vez en mi vida el amor. Ciudad nueva y novia nueva... ahora que lo pienso fue un hermoso principio.

Recuerdo el día de antes de la boda de mi prima. Pasear por las calles del barrio gótico con unos charcos enormes provocados por la lluvia y comer unos churros en un pequeño bar escondido entre una callejuela muy estrecha. Qué cosas selecciona nuestros recuerdos, ¿verdad?

Luego mi primer trabajo serio. Las primera semanas de tener la responsabilidad que jamás había tenido. Meter la pata en el trabajo y pensar que me iban a echar, que yo no servía para trabajar... que en cualquier momento llamaría a mis padres llorando para volver al nido y dar carpetazo a mi aventura catalana. Pero me dieron fuerzas; primero mis esperanza, luego mi familia, mis tios sobre todo... Chabe también. Los nervios del trabajo cesaron y más o menos ya estaba acoplado.

Los sábados por la noche salir pitando del curro, tomar un tren hasta Mongat y subir en bus hasta Tiana. Ver una película y dormir hasta el domingo por la mañana. Domingo por la mañana; descubrimiento del sexo, comida en un jardín maravilloso desde donde se podía oír el viento a través de las hojas de los árboles... luego volver a la casa en tren, rayando el atardecer, viendo la playa de Badalona. Tomar el metro. Regresar a casa de mis tios, poner la televisión, hablar con mi primo... dormir. Dormir sin pensar en nada. Ser feliz.

Luego llegó el verano. Comer en el parque de la ciudadela. Ir a trabajar y vender un montón de televisiones. Acabar reventado de mover tantas cajas con tanto peso. Descansar en el patio del Carrefour y sin que nadie se diese cuenta llamar a mis padre o a mis amigos para decirles que los echaba mucho de menos. Mi primera vez... la felicidad.

Luego, en Octubre, primer día de escuela de cine. Yo temblando como un flan. Miedo e ilusión. Mucha información de sopetón, algunas clases interesantes y otras no tanto... clases, trabajo, trabajo, clases, amor... tigretones y desayunos furtivos. Llega el invierno, siempre con miedo de pillar un resfriado, con miedo de bajar el ritmo. Soledad en la escuela... gente muy estirada... yo cada día más pequeño y más tímido. Al final conocer a un grupo de chicos de la clase, ir a desayunar juntos y yo hablando por los codos. De nuevo lider, sin yo proponerlo. Conociendo el carácter catalán. Acoplándome a la idiosincrasia de una tierra que me había acogido.

Llegar la navidad, volver a Málaga por vacaciones y sentir que de pronto ya no tienes nada en común con tus amigos de toda la vida, y que deseas subir de nuevo a Barcelona para seguir tu rutina. Bendita rutina. Dormir bien, descansar, trabajar, ir a clases, ver muchas películas, apenas pensar en nada trivial... siempre, siempre, siempre con ganas de disfrutar, apurando las pocas horas del día.

Se cumple un año de mi estancia en Barcelona. Ya es febrero de 2003. Yo mismo me sorprendo de haber aguantado un año. Más clases, más trabajo, más sexo en hoteles del barrio gótico... más cenas y salidas.

En mayo me entra la paranoía y comienzo a pensar que no estaré mucho tiempo en Barcelona. Mi estúpida manía de poner el parche antes de que salga la herida. Me condiciono, y con ello condiciono mi historia de amor, pienso que es mejor terminar ya que no terminar cuando ya sea imposible de terminar y duela más. Una estupidez, ¿Verdad? Es signo de juventud. Nadie es culpable.

Verano del 2003 que paso en Málaga. Cuatro meses de parentesís en mi aventura catalana. Cuatro meses que ahora sé me lo joden todo; mis ganas, mi energías... malas junteras, malos hábitos, rebeldía tardía.... Volver a Barcelona en otoño de 2003 pensando que dejo otra vida en Málaga, sin pensar que me estaba engañando a mi mismo.

Octubre de 2003. Regreso a Barcelona. De nuevos las clases. Cambio de turno de trabajo; por la mañana. Y eso me mata. Me tiene el día reventado. Levantarse a las seis y media, desayunar, entrar al curro a las ocho, salir a las tres, comer a las tres y media, ir a clases a las cuatro y media, salir a las diez, volver a casa a las once. Cero vida personal. Ni amigos, ni amor. Una vida, un cuarto. Cientos de películas y paseos solitarios por la ciudad que el año anterior que había visto feliz al pasear por sus calles. Una cosa no viene sola, así que esto empaña mis estudios y poco a poco voy perdiendo, sino el interés, si la ilusión... ya apenas se porque estoy en Barcelona.

Lo mejor de ese año son los paseos con mi primo en su coche, los domingo por la noche. Cuando la ciudad duerme y nosotros recorremos las calles al ritmo de George Michael "Older" o Pastora... el disco de mi vida, porque resumen muy bien lo que era, lo que soy... lo que de seguro seguiré siendo, aunque envuelto en novedad, por supuesto.

Año 2004. Conozco a personas muy interesantes que me hacen crecer como adulto. Escucho confesiones de mundos y momentos que jamás pensé podrían existir. Barcelona se revela cruel y cálida al mismo tiempo. Pero esas personas no son amigos, sino conocidos, y después de una noche de marcha o de confesiones, vienen las mañanas tristes, paseos solitarios por las ramblas o el barrio gótico. Mi mente está hecha un lío. Por un lado estoy contento, pero por otro lado comienzo a echar mucho de menos el sur. El trabajo me agota aunque no soy consciente de ello hasta pasado unos meses, cuando ya vuelvo definitivamente a Málaga. El trabajo hace que no pueda disfrutar de mis estudios como es debido, o de que cuando me tenga que poner a ellos no tenga ganas. Y la verdad de todo este asunto es que no tenía porque trabajar, ya que mis gastos estaban cubiertos, pero supongo que me sentía útil... no tenía tiempo para pensar.

Los verdaderos amigos de esos tiempos los hago en el trabajo, no en la escuela de cine. Aunque con el tiempo los únicos amigos que han quedado han sido los de la escuela de cine. Pero con los amigos del trabajo aprendí mucho. Muchas veces los recuerdo. Sus nombres y sus caras. Las horas que compartimos en un gran almacén donde todo los días era una aventura nueva.

En mayo de 2004 ya no puedo más y decido jugarme todas las cartas a un sólo número; escuela superior de arte dramático de Málaga. En una tarde, (jodida tarde), resuelvo mi futuro... volver a Málaga, estudiar una carrera, estar cerca de los míos... socializar más.

En Junio de 2004 abandono la ciudad Condal. Lo último que veo es la avenida del paralelo desde el coche de mi padre, que poco a poco se pierde por la ronda litoral. La luz, esa mágica luz de Barcelona, aún me sigue cegando en mi último recuerdo.

***************

Durante años estuve enfadado con Barcelona. Con lo que ella representaba. Con mi derrota. Con mis ganas de triunfo y aventura. La escuela de arte dramático y sus gentes llenan un vacío que ahora sé nunca fue llenado, ya que Barcelona fue la experiencia que más me ha marcado de por vida. Al menos, de momento.

En mis noches malagueñas de arte dramático solía recordar con añoro Barcelona. ¿Veis? Siempre sentimientos contradictorios. Por un lado odiarla a muerte... por otro añorarla hasta límites insospechados. No fueron pocas las veces que pensé en volver, dejar la escuela de teatro y regresar a seguir con la vida que allí dejé colgada... pero uno se hacía mayor, lo que quiere decir que se hace más cobarde... y entonces piensa que el pasado nunca volverá, y por tanto preferí vivir con el recuerdo de lo que tuve antes de subir y obtener aquello que me pertenecía; la alegría de una ciudad que me hacía (me hace), sentir como en casa.

Cuando volví a Barcelona en el año 2009, cinco años después de haber huído de ella, muchos recuerdos confusos en pocos días. Y darme cuenta, mirando la ciudad desde lejos, que ella era la misma... pero yo no.

El destino es sabio y un año más tarde, en 2010, el amor me unió de nuevo a esta ciudad, y desde ese preciso instante recuperé parte de lo que echaba de menos de ella. El amor y mis vueltas puntales han funcionado como remedio para un tiempo que echo de menos y que pienso malgasté de algún modo impreciso. Debo reconocer que mis ojos ya no son los mismos que aquel chaval de 20 años que lleno de valor, se atrevió a vivir la aventura más hermosa de su vida... y es por eso que a veces la luz de allí ya no es luz, pues se confunde con la luz que ahora me habita, la luz del sur... también decir que sus calles, ya de sobras conocidas, apenas me sobrecogen como antaño, pero aún habita en mi, cuando fugazmente recuerdo en su presencia, los recuerdos y las ganas de conquistar un territorio que un día me perteneció.

He aquí mi historia de amor con Barcelona. Diez años. Casi la mitad de mi vida. Mis recuerdos. Diez años ya...

2 comentarios:

Saray Díaz García dijo...

Jo... he soltado unas lágrimas leyendote Salva, entiendo tan bien tus sentimientos... no existen las casualidades y yo recuerdo cómo el primer día aquella tormenta de verano que asomó cuándo pise suelo barcelonés, nunca olvidaré esa ciudad y todo lo que aprendí de ella, tanto lo bueno cómo lo malo, nos sitúo en elcamino en el que estamos... un abrazo grande!!!

P.d. he vuelto! :)

Saray Díaz García dijo...

Qué emoción al leerte, he revivido mi experiencia, pase por estados anímicos muy parecidos a los tuyos pero jamás olvidaré esa tormenta de verano nada más bajar del coche y asomarme a aquella ciudad que me saludaba de manera vertiginosa... nunca la olvidaré, en parte creo que me ha dado el 50% de la mujer que soy ahora, hay experiencias que te cambian la vida para siempre Salva, es increíble...

He soltado unas lágrimas leyendote... increíble :-)

Un abrazo enorme!

P.d.: He vuelto :)