martes, 16 de febrero de 2010

Una lata de atún. O una excusa perfecta.

Es curioso oír en boca de otros una verdad que tú pensabas había sido disimulada o callada por otras actitudes. Pero supongo que no somos tan perfectos para tapar aquello que queremos esconder en una determinada etapa de nuestras vidas.

El caso es que esta tarde me han dado la clave de algo que ya había olvidado, de una sensación que durante mucho tiempo tuvo presa a dos personas, dos personas que estaban juntas, aunque la mente de una de ellas, a veces, estuviera lejos, muy lejos de la realidad del momento. Del espacio y del tiempo.

Tuvo que ser complicado estar con una persona que estaba pensando día si y otro también en aquello que había dejado atrás. Cómo si nada más fuera importante. Es un defecto que solía tener y que gracias a Dios con el tiempo voy mitigando poco a poco.

Tuvo que ser difícil saber que tarde o temprano la añoranza de una tierra y unas gentes iban a toparse en mi camino, provocando con ello el no disfrute pleno de momentos actuales, y el saber que mi vida estaba en cierta manera hipotecada a volver de donde había venido. Cómo si todo aquello que estaba viviendo en esos momentos fuera un pequeño parentesís de una vida que debía continuar tal y como había sido siempre.

Ni que decir tiene que muchas veces ese no era mi pensamiento, sino que muchas veces me sentí completo, a gusto y feliz, pero supongo que en el fondo, inconscientemente, muy dentro de mi, sabía que toda aquella aventura maravillosa debía de terminar alguna vez, ya que mis lazos, mi pasado y mis miedos eran más grandes que yo.

Muchas veces me pregunto si no anticipe ese momento demasiado. Y muchas veces me pregunto si no fué una retirada a tiempo, que de haber aguantado más todo podría haber sido diferente, por que lo que vino después ni fué mejor ni fué peor, pero me hizo (me ha hecho) una persona totalmente diferente de la que era, y he sufrido mucho por ello. Tanto que da miedo recordar.

El caso es que todas las personas que han estado conmigo me han dicho o me han hecho saber que siempre han tenido que soportar un fantasma que iba colgado a mi, que no me dejaba ni a sol ni a sombra. Primero el recuerdo de Málaga, luego el recuerdo de Barcelona, más tarde el recuerdo de tiempos felices que pasé con una persona... y así hasta que, como dice la canción de Julio Iglesias, a veces, me olvidé de vivir los momentos pequeños.

Muchas veces me da por pensar que habría sido de mi vida si una lata de atún, una tarde, de hace ya muchos años, no me hubiese revelado que debía volver a casa, que mi aventura catalana ya había terminado. Sí, una lata de atún... fué de esas cosas que ocurren y que al principio no das importancia, pero que luego te persiguen durante toda tu vida.

El caso es que estaba reponiendo en un supermercado unas latas de atún y de pronto me vi desde fuera... lejano, como si yo mismo fuera otra persona... y de pronto pensé, ¿que carajo haces aquí?

Y en ese mismo instante deje las latas de atún, mire a mi alrededor y como si una fuerza invisible me llevara de la mano, salí fuera del supermercado, mire la calle, la gente que paseba a mi alrededor, los coches... y me dije a mi mismo; Fin de tu aventura. Debes volver a casa.

En menos de 37 horas ya iba camino de Málaga. Encontré una excusa perfecta para ello, estudiar una licenciatura oficial, arte dramático en la Escuela de Málaga, cuando bien se yo que jamás me había planteado estudiar una carrera oficial y mucho menos una con tan poco futuro y de la que conocía tan poco como era Dirección de Escena y dramaturgía. En mi vida había escuchado esta última palabra. Pero como excusa era perfecta.

Luego tuve que inventar que estudiar cine ya no me llenaba. Mentira. Luego tuve que inventar que Barcelona ya no me gustaba. Mentira. Y luego tuve que inventar nuevas excusas... acoplarme a una nueva vida que de la noche a la mañana había construido con absoluta normalidad. Pero claro, si cuentas que toda la culpa la tuvo una lata de atún suena ridículo, nadie te va a creer...

En realidad lo de la lata de atún también es una semi-mentira, en el sentido que una lata de atún no te puede revelar una verdad inmensa... esa verdad ha sido pensada y revelada por más cosas. Pequeñas cosas que se han ido acumulando una detrás de otra. Imperiosamente. Pequeñas cosas que te van planteándote ciertas cosas. Así hasta el día en que no puedes más y decides poner una solución. Cueste lo que cueste.

Nadie, nunca jamás me ha preguntado por que regresé de Barcelona. Por qué de la noche a la mañana cambié tanto de parecer y huí (que no es la palabra exacta, pero más o menos se acerca), en aquella ocasión.

Yo me volví de Barcelona por que desde el día 26 de Junio del 2003 Barcelona ya no era lo que era. Creí poder vivir en soledad, decidí sacrificar el peso de un fantasma propio en lomos de otra persona, el fantasma del recuerdo... y pensé que la mejor manera de hacerlo era empezar solo, en la misma ciudad que un año antes me había visto empezar acompañado.

Pero mis planes fallaron por la sencilla razón de que la costumbre ya no era costumbre sino sed vital... y de nuevo me engañe pensando que mi cabeza podía convertir la sed vital en costumbre. Pero no. Ya estaba atado. Atado en el sentido bueno y mágico de la palabra. En el séntido sagrado de la expresión. En eso que te une a algo o a alguién por el simple hecho de que eres feliz.

Y es que ese ha sido siempre uno de mis defectos; he pensado demasiado. Cuando en realidad no había nada que pensar. Solo vivir. Y es por eso que cuando regresé a Málaga me propuse vivir de verdad, aceptar las cosas y aprender de ellas cuando fuera posible.

Han pasado muchas cosas desde que regresé a Málaga. Muchas cosas buenas... y otras malas. Durante un tiempo anduve perdido entre cosas que tapaban otras cosas. Entre momentos que tapaban otros momentos. Y entre rostros que tapaban otros rostros.

Una vez que eres capaz de quitarte la venda, de no engañarte más, de aceptar las cosas tal y como son, tal y como vienen... todo se llena de una placida calma que no te hace arrepentirte de todo aquello que o bien tiraste por la borda o decidiste cambiar.

La vida es un camino y yo en esos años de perdición, de encontrarme a mi mismo, de saber como soy... he aprendido muchas cosas y todas ellas, buenas o malas me han enseñado a ser, a día de hoy, la persona que me gusta ser.

A día de hoy trato de no cometer los mismos errores y de sopesar todas las cosas antes de tomar una decisión. Y a día de hoy se que todo tiene una doble lectura... que cuando te vas es porque necesitas volver, que cuando necesitas volver es porque necesitar estar. Y que cuando quieres estar, regresar, quedarte y volverte a marchar es porque, simplemente... la vida sigue su curso. Ya no es necesario engañarte para decir lo que sientes en un determinado momento y para saber que la única respuesta a todas las cosas que vienen es simplemente aceptar. Vivir.

Ahora, cuando regreso a Barcelona y paseo por sus calles pienso que dos vidas diferentes, dos historias paralelas se cruzan en mi mente. El año que pasé acompañado y el año que pase en soledad. Los dos fueron buenos y necesarios. El primero me enseñó a valorarlo todo más. A dejarme querer... a no darme miedo amar. El segundo me enseñó que la soledad es la mejor compañera cuando tienes miedo y no estás preparado para asumir responsabilidades con algo o con alguién.

Y es por eso que ahora cuando estoy solo, cuando estoy acompañado... sé que no me engaño. Que si hago una cosa o la otra es porque antes lo he sopesado mucho... y por que es lo que quiero.

Le dedico este Post a Maribel, de Barcelona. Que esta tarde me he enterado que me lee y me ha hecho mucha ilusión. Gracias por portarte también conmigo en aquellos días. Que sepas que me acuerdo mucho de ti y que tengo ganas de verte para que nos contemos como han ido las cosas después de tanto años.

Un abrazo fuerte, Maribel.

3 comentarios:

Saray dijo...

De todo lo que he leído en tu blog, esta es mi entrada favorita con diferencia...quizás es porque me vea totalmente reflejada... siempre existe una señal que nos hacen ver que hay que dar un volantazo a las situaciones de la vida, en tu caso fue una lata de atún...

A veces huímos hacía adelante, huímos para no ser presas de un recuerdo que puede acabar con nosotros, a veces mitigamos el dolor con viajes ficticios, viajes sin regreso que yo les suelo llamar, pero tras tanto vapuleo, detrás de todo eso siempre hay una lección, la vida es hoy y ahora es el momento, algunos nos pueden tachar de cobardes o de lo que sea, pero creo que es una de las verdaderas maneras de encontrarse con uno mismo de verdad, escapar y en el camino volverse a encontrar...

Felicidades por VIVIR...

Maribel dijo...

Gracias Salva ... sabes que os tenemos muchísimo cariño a ti y a tu familia siempre pregunto por vosotros a la chivata jajajajaja y que sepas que tengo muchísima confianza en ti...sé que llegarás lejos y te veré en los Oscar algún día ...seguro! yo por la tele claro jajajajjajajaj..

Un beso..

fuegoensagitario@hotmail.com dijo...

Hola Maribel!!!

Bueno, eso de los Oscars lo veo un poco lejos, jajjaja... pero lo de los Goya me pilla un poco más cerca, eso me lo creo un poco más.

En cualquier caso en los Goyas nos verás a ti y a tu niña, que le prometí que vendría conmigo y claro... ¡¡¡ cualquiera le niega una promesa a tu hija!!! jajajaj.

Espero que todo vaya genial, de verdad. Quiero ir pronto a Barcelona y espero vernos y que nos tomemos un café para hablar.

Un abrazo muy fuerte.

PD; Gracias por leerme!