Esta tarde me he pasado por la Escuela de Arte Dramático para devolver algunas cosas (películas, un guión, un libro), a una profesora que me dio clases durante los seis años que estuve allí. La verdad es que no tenía ningunas ganas de pasarme por aquel lugar que tan malos (y a la vez tan buenos) recuerdos me traé, pero debía devolver esas cosas pues hacia ya mucho tiempo que estaban en mi poder.
Al llegar a la escuela lo primero que he hecho es saludar a Manolo, eterno conserje y verdadero conocedor de todas las intrigas palaciegas de ese lugar y a continuación, sabiendo que se encontraba allí, he ido a saludar a Pilar; la que fué, sin duda, la mejor profesora que tuve y he tenido en mi vida. Pilar daba (da) escenografía y a veces iluminación. Además de ser una actriz como la copa de un pino tiene grandes conocimientos prácticos sobre todo lo que rodea a una obra de teatro, y sus clases eran un auténtico placer.
Tenía (tiene) una santa paciencia, dispuesta a ayudar a todos los alumnos y la recuerdo siempre a mi lado, explicándome como se tenían que dibujar los decorados en perspectiva, dándome una visión amplia y profesional sobre todos los elementos que intervienen en una escena... Y por supuesto dándome unos sabios consejos que en gran medida siempre he seguido, puesto que las grandes personas, cuando dan consejos... son los mejores.
Cuando me ha visto entrar se ha levantado inmediatamente de la silla y nos hemos dado un gran abrazo. Pilar es una persona cálida, que se alegra de verdad por nuestros éxitos, y una persona tremendamente sincera, honesta y cariñosa.
Después de las preguntas de rigor, ha habido un momento de silencio y como era de esperar (aunque sinceramente pensé que no me iba a sacar el tema pues para ella es algo doloroso), ha empezado a hablar de Carlos.
Viajemos al pasado. Al año 2004.
Recién llegado de Barcelona, hago las pruebas para entrar en Arte Dramático y las apruebo. Después del verano, en Octubre comienzan las clases.
A las dos semanas, más o menos, viene un alumno nuevo; Carlos. Carlos era un artista. Y lo mejor de ello es que se notaba. En cuanto entraba a una habitación todas las miradas eran dirigidas hacia él y cuando comenzaba a hablar tu atención era anulada; sólo existian sus palabras. Y nada más.
Carlos venía de haber estado dos años estudiando teatro en Argentina. Allí había conocido a los más grandes y en cualquier momento podía recitar de memoria las técnicas de todos los directores argentinos que se estudiaban en ese momento en todo el mundo, o bien comenzaba a hablar de la ciudad de Buenos Aires, de las personas que había conocido... de su experiencia. Además de eso, Carlos era director de cine. Había rodado un cortometraje en 35 mm y estaba metido de lleno en la finalización de su segundo cortometraje en formato cinematográfico. Ahí era nada. Nosotros allí para aprender a mover actores encima de un escenario y Carlos ya se sabía eso... y mucho más. Carlos era Leo y yo Sagitario.
Las dos primeras semanas yo era el rey de la clase. En cuanto vino él ocupo mi puesto rápidamente. Yo, que por aquel entonces era aún un chico inmaduro y lleno de complejos, hice ver que no me importaba para nada en absoluto que Carlos hubiese ocupado mi lugar, pero en cuanto pude ver su primer corto (me lo dejó él para que le echará un vistazo), mis dardos fueron lanzados a modo de crítica cinematográfica... y delante de todo el mundo.
Carlos me respondió de manera igualmente "ácida" y me hizo recordar que "por tener un ridículo programa de cine en una televisión local no podía emitir juicios sobre un trabajo que, a años luz, estaba muy por encima de mis posibilidades como mero estudiante que sólo había rodado prácticas de un minuto en una escuela de cine". Ahí es nada. Me dejó K.O delante de todo el mundo. Me puse rojo. Lo odié con toda mi alma en ese preciso instante. Su sola presencia me incomodaba. Durante una semana más o menos no cruzamos palabra alguna. Yo en mi sitio, y el en el suyo.
Recién llegado de la escuela de cine de Barcelona, mis heróes eran Antonioni, Godard y todos aquellos directores que me hacian sentir superior al resto de la gente... Los héroes de Carlos eran Almodóvar, Amenabar, Cukor y una larga lista de directores que me habían obligado a odiar en la escuela. Por lo tanto, Carlos para mi era un hereje.... un inculto cinematográfico que no merecía mi respeto. Mientras yo me enfurecia más con tan solo notar su presencia, Carlos, que era 12 años mayor que yo, no se mostraba molesto y pasaba por delante de mi como si no hubiese pasado nada.
El seguía hablando de sus cosas y todo el mundo escuchaba atentamente... Yo escuchaba con la absurda prepotencia de aquel que cree sabe más que un maestro.
El día de mi cumpleaños, y para mi sorpresa, Carlos entró a la clase de Antropología llevando una tarta que había comprado para mi. Comenzó a cantar el "cumpleaños feliz" y yo me quedé totalmente descolocado. Yo que siempre me había quejado de que siempre tenía que pedir perdón yo primero, yo que siempre había odiado arrastrarme ante amigos que quería de verdad... Y ahora, un absoluto desconocido para mi no sólo había olvidado mi metedura de pata infantil, sino que me había comprado una tarta para sellar nuestra amistad.
Una hora más tarde me dijo - Es mejor que seamos amigos. ¿No lo notas? Tu y yo somos el centro de atención. No podemos dejar que la clase de divida en dos, Salva... Juntos, más fuertes. Que razón tenía el jodido. A partir de ahí comenzamos una larga y entrañable relación de amistad.
Carlos era la persona más sincera que había conocido en ese momento, y para bien o para mal, siempre me decía las verdades como puños.
- Déjate de tonterías y rueda algo ya... No te acojones o serás un pobre profesor... O peor aún, uno de esos críticos cinematográficos que tanto te gustan.
- Tienes mucho talento pero necesitas vivir aún más, Salva... No te encasilles... No definas. Definir, limita.
-Eres alto, resultón... Esas ropas no te ayudan nada...
Lo anterior es una muestra del carácter sincero y a la vez divertido de Carlos.
Carlos sabía de todo y hablaba de todo, y lo mejor de aquello era que podía relatar una cosa super importante, ya fuera de teatro, cine o política, para a continuación hablar de cosas banales; personajes de la prensa del corazón, cotilleos sobre la gente de clase... Hasta de los tacones de Leticia Ortiz, uno de sus temas favoritos. Carlos era el rey de cualquier fiesta.
Sus chistes, sus risas, su agudo sentido de la crítica y de el tempo dramático convertian cualquier velada con el en una autentica obra de teatro. Aún recuerdo una noche en su casa; el imitando a una profesora de la escuela mientras cantaba y bailaba con playback el "Más bonita que ninguna" de Rocío Durcal.
Os juro que jamás, pero jamás he visto nada más divertido que aquello. Aún duran las risas cuando de vez en cuando recuerdo aquella noche y mi mente tiene la imagen de Carlos moviéndose al ritmo de esa música tan Hortera y a la vez entrañable.
Carlos y yo nos reuniamos con toda la gente de la escuela en cenas, fiestas y demás... Pero siempre teníamos tiempo para hablar de nuestras cosas... En realidad yo siempre escuchaba... Al lado de Carlos, cualquier conversación que no fuera la de él parecía inocua.
Carlos me dio los mejores consejos que me han dado jamás. Sobre todo uno en especial que siempre recuerdo; "Debes creerte que eres el mejor, puesto que ya vendrán cientos de personas para decir todo lo contrario". Para Carlos el arte tenía que salir del corazón y las entrañas, nunca de la mente... Y el tema más importante eran las personas, la gente de verdad... A ser posible aquellas personas que nos encontramos en casa, en nuestros grupos de amigos, en los supermercados...
La amistad con Carlos continuó hasta que problemas externos (intrigas palaciegas de la escuela), me hicieron apartarme de él en algunas cuestiones que por aquellos entonces dividian a la clase; Yo estimé que él hizo dos o tres cosas que desde mi punto de vista no estaban bien con respecto a estos problemas que nos afectaban a todos, y entonces la clase, como él había dicho, se dividió; a un lado los PRO CARLOS y a otro lado los PRO SALVA.
Os juro que jamás fué esa nuestra intención, pero parece que algunas personas nacen para ser las voces de otras y eso fué lo que a Carlos y a mi nos pasó factura. Yo metí la pata con él semanas más tarde (en vez de hablar con él en persona por algo que no me parecía correcto, informé de ello a un profesor pensando evitar males mayores...), y ese golpe le dolió mucho.
Dos semanas antes de terminar el curso arreglamos las cosas o eso pensaba yo... Hasta que un mes más tarde, en Madrid, volvimos a las andadas del principio... A mi me sentó algo mal de él y allí estaba yo, para demostrarle que podía devolverle el golpe. Ahora que lo pienso fué una de las cosas más tontas que he hecho nunca. Y me arrepiento. Pero como he dicho era un niño... demasiado orgullo.
Aquel año no me matriculé en la escuela de arte dramático y me fuí a vivir a Madrid. Necesitaba un año de descanso y quería probar las oportunidades de la capital de España. Carlos, cuando nos llevábamos bien, me había advertido de las cosas buenas y malas de Madrid, (él vivía entre Málaga y Madrid y ya estaba bastante metido en el mundo del cine...) y efectivamente todo lo que me dijo fué verdad, para lo bueno y para lo malo.
A los 7 meses ya estaba de vuelta en Málaga y me fuí a tomar un café al bar frente a la escuela... Y de pronto entro Carlos. Casi un año sin hablarnos por una tontería.... Mi sorpresa fué mayúscula cuando de nuevo se acercó a mi y me dijo; - Mira Salva, yo te quiero mucho y sé que tu también a mi... Esto de no hablarnos es una tontería. Desde que ha pasado esto una parte de la clase no se lleva bien con la otra. Los lideres tenemos que velar por nuestra gente.... No se merecen eso. Y de nuevo nos volvímos a dar las manos... y de nuevo charlamos.
Nos volvímos a ver en más de una ocasión y de nuevo compartimos risas y confesiones... Aunque ya no era como el principio, aún había esa chispa que nos conectaba de manera absoluta en muchas conversaciones e ideas... Y de nuevo sus consejos me fortalecian como persona... y también como profesional... aunque de esto no me he dado cuenta hasta hace relativamente poco.
En el mes de Junio del año siguiente, Carlos estrenaba su obra final de carrera y me invitó al estreno. "Sonias", que así se llamaba el montaje, es una de las obras de teatro más fantásticas y profesionales que he visto en mi vida. Con texto propio "sonias" era 100% Carlos Rico; o sea; espectáculo, sentimiento, ácidez, crítica, revista, banalidad, transcendentalismo... Todo y más. Fueron dos horas maravillosas que aún recuerdo con mucho cariño.
Al terminar la obra todo el teatro Cervantes se puso de pie para concederle a Carlos una ovación de varios minutos... Cuando salió a saludar me emocioné mucho, y aunque lo oculté a mi acompañante por verguenza, sentí las lágrimas cayendo por mi rostro... y la alegría de saber que aquello, lo que acababa de ver era, sin lugar a dudas el trabajo de un genio... Un genio que era amigo mío.
No pude ver a Carlos esa noche para decirle en persona lo mucho que me había gustado su obra... Aunque le mandé un sms.
Estaba invitado a la fiesta del estreno pero sentí que Carlos, al igual que yo, y aunque éramos amigos y los dos sabíamos que nos apreciábamos mucho, sabía y sentía dentro de su ser que nuestros mejores tiempo ya habían pasado... y que como en las películas que tanto nos gustaban cada cual debía seguir su camino.
Carlos se fué a Madrid y yo me quedé en Málaga. Sabía de él por amigos, y de vez en cuando (internet es muy sabio), yo me metía en su blog y me deleitaba viendo sus escritos, o sus trabajos audiovisuales.
Durante un año o así muchas veces estuve a punto de llamarle por teléfono, pero de nuevo pensé que nuestros mejores tiempos habían pasado.
Carlos siempre me había dicho que había amigos que iban, había amigos que se quedaban, había amigos que iban y venian todo el tiempo y había otros que aunque nunca se llamaban, ni se veían... estaban conectados por siempre y que el destino, sin forzar nada, los pondría en contacto para una nueva tanda de confesiones, charlas y fiestas. Así pues seguí su consejo.
El pasado 22 de noviembre nuestra amiga en común me llamo por teléfono. Cuando descolgué la oí sollozar...
- Salva, tengo que darte una mala noticia... Carlos ha muerto esta mañana de un ataque al corazón. Me quedé helado.
Pensé que era broma... Pero de pronto supe que no. No supe que decir. No salieron palabras de mi boca. Nuestra amiga en común hablaba y yo escuchaba. Cuando colgué todo me parecía una mentira. Imposible. Un mal sueño. No, "Carlos es eterno, la gente así no se muere", pensaba yo....
Decidí no ir a su entierro y recordar a Carlos como la última vez que lo ví; Feliz, en lo alto del escenario. Recibiendo una ovación de un público que sabía estaba delante de uno de los mayores artístas que ha dado este país en muchos años.
Desde el día 22 de noviembre ando algo tocado, lo reconozco. No sé como explicarme pero es una rara sensación. La vida sigue, todo sigue y a veces olvido que Carlos ya no está, en realidad no olvido, pero me es más fácil pensar que todo es menos grave si simplemente no pienso en ello.
Hoy, Pilar y yo hemos hablado de Carlos. Y los dos hemos estado a punto de llorar.
Y hoy he escrito este post... 5 meses me ha costado lanzarlo desde mi corazón y mis entrañas.
Así lo hubiese querido Carlos.
Va por ti, amigo.
Una de las personas más mágicas que he conocido jamás.
Gracias por todo.
PD; Lecitia Ortiz sigue llevando tacones.
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