Bob Fosse era el pequeño de muchos hermanos chicos.
Tenía una hermana tres años menor que ella y un día la acompañó a clases de Baile. Sus padres querían que la chica estudiase Ballet, pero la chica no quería. Así que Bob la acompañó el primer día de clases. El profesor indico dos o tres pasos básicos, su hermana era incapaz de repetirlos, pero él probó, no tenía nada mejor que hacer.
Los tres pasos salieron en menos de dos segundos y luego más y más pasos. Al terminar el primer día de clase Bob había descubierto el baile. Le encantaba. En realidad no tenía nada mejor que hacer. Convenció a su madre para poder asistir a las clases, esta le dijo que tendría que sacar buenas notas. Bob asentió.
A los pocos meses el maestro lo estaba flipando con aquel niño masculino y fuerte que se avergonzaba de decirle a sus compañeros de instituto que bailar era su pasión.
El profesor junto a Bob con otro alumno para hacer números de claqué y así estuvieron recorriendo buena parte de los Estados Unidos durante un buen montón de años.
Al cumplir los 20 años Bob quiso probar suerte en la Gran Manzana. Dejó su casa, sus amigos, su familia y anduvo en New York haciendo castings y más castings, hasta que una compañía de teatro musical lo cogió.
Un día el director faltó. La compañía necesitaba urgentemente alguien que diera las indicaciones. Bob se puso a ello. Fué en ese momento cuando descubrió que su pasión no sólamente era bailar, sino también hacer coreografías.
En pocos años se convirtió en uno de los mejores coreografos de Broadway y quisó probar suerte dirigiendo su primera película musical. No salió bien, así que volvío al teatro. Pero que no saliera bien no significó que Bob no hubiese descubierto lo que llevaba buscando toda su vida: quería ser director de cine.
Bob siguió dirigiendo musicales de Broadway y haciendo coreografías que todo el mundo ponía por las nubes. El suyo era un estilo raro, extraño... sus coreografías eran modernas y a la vez clásicas. Movía los cuerpos de los bailarines como si fuesen máquinas perfectas, y amaba los clubs nocturnos donde tantas veces actuó cuando era joven, y es por eso que sus coreografías tenían ese aroma a vodevil, variedades... cabaret.
En el año 1970 se propuso dirigir la que sería su segunda película; "Cabaret". Año y medio más tarde estrenó el film. Esa misma noche, en la sala de estreno, había un espectador muy famoso y a la vez muy importante en el sector del cine musical; Vicente Minelli, el mejor director de musicales de todos los tiempos.
Al terminar la película Minelli se levantó, fue hasta Bob y le dijo; "Mira niño... acabo de ver la película más jodidamente perfecta que he visto jamás. Ni yo en mis 40 años de carrera he sabido hacer lo que tu has conseguido. Te deseo toda la suerte del mundo".
Bob ganó el Oscar al mejor director por "cabaret". Se lo arrebató a Coppola por EL PADRINO y cuando subió a recoger el premio se disculpó como si hubiese conseguido algo malo. En realidad Bob pensaba que era un falsante, pues nada de lo que hacía le costaba realmente trabajo. No había estudiado nada... simplemente se dejaba guiar por su intuición, por su corazón. Nadie le perdono en Hollywood que un recién llegado se hiciese con el Oscar más codiciado.
Luego vinieron "Lenny" y "All thaz jazz", dos obras maestras impresionantes que de nuevo le hicieron merecedor de una nominación al oscar al mejor director.
Bob no podía dormir. Llevaba casado más de veinte años con su mujer pero en realidad él le habia dicho a ella que necesitaba follar con todas las mujeres del mundo, que él no era de nadie. Su mujer aceptaba, así que Bob bailaba, follaba, escribia, dirigia cine... y hacía el amor con todas las mujeres que podía.
Bob tomana tranquilizantes para poder dormir. Y por la mañana estimulantes. Apenas comía. No tenía hambre. Si dejaba de trabajar un solo día entraba en una depresión profunda. Le gustaban los focos, las bailarinas, el teatro... el público.
La tarde antes del estreno de su última obra se pasó por el teatro para ver como iban los ensayos. Bob reunió en el escenario a todo el equipo y les dijo "gracias por hacerme soñar. Gracias por haberme convertido en lo que siempre desee ser".
Bob y su mujer salieron del teatro de camino al hotel pues tenían que vestirse de gala para el estreno de esa noche.
Al cruzar la calle, Bob sintió un dolor agudo en el pecho. Detuvo sus pasos. Miró a su mujer y le dijo "creo que me está dando un infarto, amor. Sé que me he portado como un cabrón contigo pero tienes que creerme, en el fondo tu has sido la única. Siempre supe que moriría joven".
Bob cayó fulminado al suelo.
Cuando vino la ambulancia sólo pudo certificar su muerte.
Y esta es, en pocas letras y frases la vida de un genio.
Bob Fosse.
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