Aquellos veranos no volverán. Ni tampoco su brisa marina. Ni sus reflejos en aquellos cristales, cuya rugosidad deformaban la luz hasta hacerla parecer un resplandor ausente y extraño, tan alocado y transparente que viajaba entre los objetos intentando posarse sobre aquel lugar donde su recuerdo fuese capturado para siempre.
No volverán aquellas noches con luz de velas. Ni esas canciones antiguas que surgían de alguna pregunta furtiva, bajo la tierna danza de una copa de vino tinto barato, sí, de aquel que en paladares inexpertos suele convertirse en dulce elixir lleno de lujo. Palabras desencadenadas... convertidas en caricias desesperadas.
Tampoco volverán las mañanas frescas llenas de fulgor de esperanza. El tiempo suspendido entre las once y la una, cuando se oía por la ventana el sonido del afilador, y juntos, quizás solos, da igual el estado, solíamos acariciar melodias improvisadas con aquel sonido indefinido, sonido muerto pero vivo que salía de una extraña moviola; aquella que estampa los sonidos en el silencio.
Tampoco volverán los amigos que se fueron. Aquellos a los que viste llorar una vez, cuando sin verguenza ni miedo te confesaron tus secretos. Aquellos que amaste más allá de la palabra ambigua, el sentimiento sexual que todo lo estropea, la misma libertad de tener, de poder dar sin miedo a no ser correspondido. Aquellos amigos que un día desaparecieron de tu libro... y ahora no forman parte más que de un indice lleno de tachones y páginas falsificadas.
No volverán esos bailes ni esas miradas. Las luces apagadas, los sonidos simplificados... las miradas de barra en barra, bajo aquella excusa de la risa falsa, la sonrísa perfecta y sincera que escondía el miedo del rechazo. Ni volverán aquellas madrugadas donde tu cuerpo es perfume de ron, y un beso es extrañamente dulce cuando todo el mundo se detiene, y allí en medio, fugaz, bajo mirada de decenas de desconocidos... dos y dos son uno. La noche los unió. La mañana los separará. La tarde los olvidará.
No volverán las risas por el simple placer de reír. Sin esperar nada a cambio. Ni tampoco un llanto, aquel llanto que separaba la verdad de la mentira, en realidad el abismo que todo lo hacía posible. La verdad de uno mismo, la fuerza de la palabra... el huracán de lo que nunca dijimos a nadie... pero siempre estuvimos a punto de confirmar.
Tampoco volverán aquellos amores rotos, fragmentandos, olvidados, amados, quebradizos, odiados, sepultados bajo recuerdos que fueron inventados, amores ocultos con otros amores, trampas en la cama, como dice la canción, para intentar olvidar cualquier nombre o cualquier rostro... con prisas pero sin pausas.... borrón y cuenta nueva.
Nada volverá porque todo se fue con la marea de la vida.
¿Por qué apuntan a Sirio?
Hace 6 años
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