Algunas personas me han preguntado alguna vez, ¿qué hace falta para ser un artísta? Cuando alguién me pregunta esta cuestión no se muy bien que responder. Divago sobre conceptos hetéreos y reales y navego entre frases y afirmaciones que bien parecen sacadas de un programa de Sánchez Dragó.
Hoy me han vuelto a hacer la misma pregunta, y después de mucho pensar, creo que tengo una respuesta.
Para ser artísta (o aspirante) sólo hace falta tener una visión del mundo donde vivimos. Sí, todo el mundo tiene una visión sobre su realidad, sobre la realidad que le rodea y sobre la realidad que existe. Así pues todo el mundo puede ser artísta.
Ahora bien; ¿por que unos lo son y otros no? Simplemente porque unos se guardan está visión del mundo para ellos mismos y otros, los menos, quieren compartirla con los demás. Tanto una opción cómo otra es igual de valida. Nadie es más ni nadie es menos por ser artísta o no serlo, esto debe quedar muy claro, ya que una condición u otra no te convierte en mejor persona, simplemente determinar una opción, ejecutarla, te permite una comunicación más extensa con los que te rodean, sean conocidos o no.
La visión del mundo, en el caso del artísta, es una preocupación urgente y viva que necesita ser expresada de alguna manera. Así pues se ponen a hacer arte, o artesanía, que lo mismo es, aunque muchos se empeñen en decir que una cosa no es la misma que la otra. Todo es artesanía pues depende de unas cualidades productoras físicas... Un pincel, un lapiz, una cámara de cine, una guitarra... Todo esto es artesanía porque nace de unos conceptos tratados, reflexionados en mayor o menor medida y aplicados con unos resultados concretos. El arte viene después, cuando las demás personas ven esa artesanía, la critican, y sacan conclusiones de ella. Sólo cuando hay comunicación entre la artesanía y el espéctador, sólo cuando esa artesanía es puesta en ojos plurales, diferentes y dispuestos a sentir todo lo que el artísta siente necesidad de decir, sólo en este momento y no en otro, nace el arte.
Esta visión del mundo ha de ser personal, intransferible y rica en matices. Personal porque debes hablar de aquello que te interesa de verdad, intransferible porque tu visión es tuya, a nadie más pertenece, y rica en matices porque todo aquel que quiera ser artísta ha de saber que tras lo blanco siempre existe el negro. Tras la risa siempre hay una lágrima. Tras el amor, siempre hay un pequeño odio. Esta dualidad, esta necesidad de bipolarizar todo aquello que nos es importante es vital para que el artísta pueda comunicarse con sus semejantes, sean estos artístas o no, cómo ya he dicho antes, todos somos iguales. La única diferencia es que unos hablan del mundo en las cafeterías, con sus amigos, en el trabajo... Y otros necesitan exponer esas ideas, esa visión, por medio de instrumentos artesanales.
Sí es cierto, y siento mucho que otros difieran de mi, que el artista, aquel que hace artesanía, suele pensar, observar, tejer y anudar una realidad que para muchos es pasiva... Y que para ellos es totalmente activa. Esta es la única diferencia entre los que son artístas y los que no lo son. Ojo, vuelvo a decir que nadie es mejor que otro, pero esta es, a grosso modo, la única diferencia que se puede encontrar entre las personas artístas y las personas no artísta.
Un artísta, de igual modo, ha de emocionarse sobremanera con una canción, con una película, con un rayo de luz, con un beso a media tarde... Debe emocionarse y debe expresar esa emoción con sus instrumentos. Digamos que el artísta posee un altavoz con el que puede amplificar todas estás sensaciones, sensaciones que todo el mundo, en mayor o menor medida, ha sentido alguna vez y de seguro va a sentir.
Y no, en la mayoría no es afán de protagonismo, sino una necesidad imperiosa y casi enfermiza de buscar una explicación a todos los hechos o conceptos que no pueden ser explicados con palabras. Así pues, el artísta se posiciona cómo voz de una conciencia colectiva que permanece muda ante la pluralidad de personas que viven, sienten y sufren en este mundo. Estás personas que no hablan a todos, no son cobardes, no quiero decir eso, simplemente quiero decir que estás personas, los no artístas, han encontrado su manera de focalizar estas preocupaciones de otras maneras diversas, o sea, no haciendo artesanía, síno haciendo muchas más cosas igualmente necesarias, loables y magnificas. Así pues el no artísta que este preocupado por la desigualdad del mundo, y que de verdad quiera luchar contra esto, se hará medico, político, misionero u orador. El no artísta que quiera saber, conocer y ayudar a las personas se hará psicólogo, psiquiatra, profesor... Y otras muchas personas, que tienen conciencia del mundo pero no tienen ni tiempo ni ganas de hablar sobre el, (y esto es muy respetable), ejerceran diversas profesiones tan estimables, honradas y serias cómo la profesión de carnicero, dependiente o mecánico.
Afortunadamente en este mundo hay sitio para todos y nadie es mejor que nadie. Con esto quiero que quede claro; un artísta no es mejor persona que otra que no lo es. Simplemente un artísta ejerce su visión de un modo completamente distinto que cualquier tipo de persona. Y esto es, básicamente, lo que diferencia a un artísta de un no-artísta.
Igualmente todo el mundo, y de verdad, todo el mundo, puede ser artísta. Basta con escuchar tu cabeza y tu corazón, con dejarse llevar y perderse de vez en cuando con aquello de misterioso, grotesco, infantil, triste, cruel y maravilloso que tiene el mundo dónde vivimos. Ordenando y planteando estás facetas y llevándolas a un cuadro, a una película, a una canción se tendrá una obra de artesanía que deberá luego ser criticada y comentada por todo el mundo.
Así pues; ¿qué hace falta para ser un artísta?
Ser tu mismo. Y eso que eres comunicarlo con las herramientas necesarias para que muchas personas, lejanas, cercanas, conocidas no conocidas, puedan saber cual es la visión que tienes del mundo.
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