miércoles, 23 de mayo de 2007

DESEOS.

De vez en cuando me preguntan sí tengo algún deseo o sueño por cumplir. Tengo muchos, supongo que cómo todo el mundo. Lo malo es que estos sueños y deseos cambian según el día, mi estado de ánimo o cualquier otra cosa.

Sin embargo hay un deseo que tengo desde hace mucho tiempo. Es algo que imagino una y mil veces, y por más que lo hago siempre me produce el mismo placer.
Imagino que vivo en una pequeña buhardilla del centro de cualquier ciudad. Desde esa buhardilla se ven los tejados que componen el cielo, que intentan arañar un pedazo de gloria.
Es domingo por la tarde y desde una pequeña claraboya que hay en el techo de esa habitación la luz del sol, del atardecer más concretamente, se cuela levemente. El polvo se ve flotando por el espacio; millones y millones de pequeñas partículas que viajan sin saber dónde van, cómo a mi me pasa muchas veces. Quizás demasiadas.
Pues eso, es domingo por la tarde y estoy tumbado en un colchón que descansa sobre un suelo de madera. El rayo de sol que entra desde el exterior me da en el rostro y por varios momentos tengo que cerrar los ojos para que no me moleste. En todo caso la sensación es muy reconfortante. Me gusta. Me siento bien.
Hay una chica tumbada a mi lado. No se cómo se llama ni cómo es, en realidad es lo que menos me importa, la verdad. Esa chica esta dormida y yo le acaricio lentamente el pelo con mis manos. Uno a uno mis dedos se van enredando en sus cabellos. Se pierden entre una maraña rubia o negra, una selva cuyo tacto parece terciopelo.
La chica abre los ojos de pronto. Me mira. Me da un beso y se levanta de la cama para hacer un poco de té. Cuando vuelve de la cocina lo hace llevando entre sus manos dos tazas humeantes.
La chica y yo nos sentamos en el colchón. Apoyamos la espalda en la pared y comenzamos a beber el té. Yo me levanto y busco algo de música. Ahora la habitación esta más iluminada que hace un rato. Mientras pongo el disco veo la figura de la chica a contraluz. Me gusta ya que su contorno se difumina por el espacio y entonces pienso que ella es un fantasma, un recuerdo... Algo que puede terminar de repente.
Vuelvo al colchón y la música esta sonando. Una música hermosa, lenta, con sonidos tan delicados que penetran en mis odios y me producen ganas de llorar. Llorar de alegría.
La chica y yo nos terminamos el té. Hacemos el amor. Cuando terminamos nos abrazamos. Y el atardecer esta a punto de hacer su aparición.
De fondo el sonido de unos niños que juegan en la calle. Gritos. Carreras. Alguna risa furtiva. Y entonces me siento el hombre más feliz del mundo. No deseo ni quiero nada más. Me conformo. Ya se que vale la pena vivir en este mundo.

Desgraciadamente lo que he contado en el párrafo anterior jamás me ha sucedido. Ni he vivido en una buhardilla, ni mis colchones suelen estar en el suelo, ni ninguna chica de las que ha estado conmigo es capaz de no hablar después de hacer el amor.
Es triste pero es así. Mi idea de felicidad es pasar un domingo con alguien en un mundo que hemos creado a la medida de nosotros dos. Un mundo donde la felicidad es un momento que pasa fugaz. Sin miedo. Sin malos pensamientos. Sin preocupaciones porque todo es cómo un extraño juego dónde cada uno tiene su rol.
Sí. Es el deseo que siempre he tenido. Y espero que alguna vez se pueda hacer realidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Las cosas se pierden y los sueños se recuperan… Las cosas cambian y los sueños se adaptan. Las cosas envejecen y los sueños son eternos. Las cosas no valen nada, todo se puede perder en esta vida pero TODO se puede recuperar en los sueños"

Ahí va mi pequeño poemacomentario para tu nuevo blog, Sagitario. Me has hecho recordar que tenía el mío olvidado desde el verano pasado y me he decidido a reinaugurarlo, te dejo mi dire:
www.lacoctelera.com/elartedelencuentro

Muchos besos aaaaooooaaaaa!!

SOFI
Voy a publicar un articulillo sobre mi teoría de la AMARTITIS,jeje. Espero que lo leas
y a ver qué te parece.

Besos

fuegoensagitario@hotmail.com dijo...

Ayyy, Sofi, que te hecho de menos, joder¡¡¡ Añoro nuestras charlitas quejandonos de nuestra profesión y añorando un futuro mejor.

Ya verás. Todo vendrá. Aún sigo teniendo ese presentimiento. Quizás no sea cómo soñamos o esperábamos, pero algún día llegará y entonces no reiremos de nuestros "calentamientos de cabeza" con respecto a lo que más felices nos hace en este mundo; CREAR.

Un beso muy fuerte.