lunes, 28 de mayo de 2007

EL FABULOSO MUNDO DEL BINGO.

Sí, me gusta el bingo. Y no me averguenzo por ello. No tomo drogas. Bebo lo suficiente y follo poco (o lo justo). Pero el bingo... ¡¡¡Me encanta¡¡¡

El bingo y su mundo es algo fascinante. Viejas de 80 años que tienen un pie en la tumba y aún son capaces de jugar con 5 cartones a la vez mientras beben un martini solo o una copa de chinchón; marujas y amas de casa que ahorran lo que les sobra de la compra diaria para jugar un par de cartones; amigas jóvenes y no tan jóvenes que superan su falta de sexo con la adicción a un juego que puede dar las mismas sensaciones; hombres alcoholizados que de seguro se van a gastar el dinero del premio en los servicios de una señorita de compañia; jóvenes que recién estrenados en la mayoría de edad se entretienen en tachar nerviosamente unos números que por un momento los llevarán al cielo... Sí, amigos míos, eso es el bingo... Y mucho más.

El bingo cumple una función social muy importante; la de reunir en una misma sala a cientos de inadaptados que jamás tuvieron su momento de gloria. Uno a uno van tachando los números del cartón, soñando con una suerte que siempre esta presente, sólo que a veces es muy esquiva.

Mi primera vez fué a los 18 años. Creo que celebrabámos el cumpleaños de alguién y en vez de ir de copas o a un puticlub, (qué conste nunca he ido a uno de ellos, pero esa tentación siempre la tienen los varones cuando cumplen la mayoría de edad), nos metimos en el primer bingo que vimos.

No nos toco nada. Ni siquiera sabíamos jugar. Nos pareció caro y en menos de diez minutos, agotadas ya nuestras reservas económicas, salimos a la calle con la sensación de que jugar a ese juego era lo más absurdo que se podía hacer en esta vida.

Hace dos años volví a ir... Fuí con Toñi, Marina y mi vecina de abajo. No nos tocó nada pero la experiencia fue buena y sobre todo divertida. Entre risas, cigarros y copas de más vas creando una ilusiones que luego no se llegan a cumplir, y es tal el subidón de adrenalina que te produce acertar todos los números menos uno, que cuando pierdes quieres jugar una vez. Y luego otra vez. Y otra vez. Y otra vez... Hasta que te gastas todo el dinero y te sientes algo estúpido, pero engancha. Y eso, quieras o no, no lo puedes evitar.

Este verano, el último día de feria, también volví a ir... Jugué 20 euros y me tocaron 300... ¿No esta nada mal verdad? Me page una cena de lujo, un par de buenas películas y una marcha nocturna por el centro de mi ciudad. El dinero no da para más. Y sobre todo desde que tenemos el euro. Pero una alegría hay que darse de vez en cuando, ¿o no?

Después he ido varias veces con mi madre, (a ella también le gusta este juego, sólo que se siente más culpable que yo), y tampoco nos tocó nada de nada. Eso sí, de nuevo lo pasamos muy bien, y entre cartón y cartón nos pusimos al día. Una bonita conversación entre madre e hijo nunca viene mal.

Esta tarde no tenía nada que hacer. Desde que viene de Madrid me estoy aburriendo cómo un cabrón y llevo dos semanas metido en casa viendo películas. Sólo salgo los fines de semana, y entre semana no hay nada que hacer, todos mis amigos están en clase, o trabajan, o tienen vida... Esta tarde me he armado de valor y he ido sólo al bingo.

Mis primeros 40 euros no han servido para nada. Tenía más mala suerte que un Tigretón en la puerta de un colegio. Uno a uno los cartones se quedaban sin tachar completamente. Los números que llevaba en ellos no eran los correctos. El bombo de las ilusiones no se estaba portando bien conmigo. He pedido tres coca-colas (invita la casa, para enganchar a la gente), me he fumado medio paquete de cigarrillos y mis constantes subidas de adrenalina me han hecho pasar un buen rato.

Terminados los 40 euros terminado el juego. He salido a la calle con cierta sensación de culpabilidad, ridiculez y baja autoestima. A los cinco minutos de comenzar a caminar me he dicho; "Joder, tengo una corazonada".

He ido al cajero, he sacado otros 20 euros y me he vuelto a meter en el bingo.

Media hora más tarde la suerte llegaba a mi vida, (la suerte binguera, para ser más exactos) y es que por fín me ha tocado un premio gordo. No me lo podía creer. Cuando el camarero ha soltado todos esos billetes juntos encima de la mesa he pensado que estaba en un sueño. He imaginado por unos momentos que yo era Frank Sinatra y que estaba de visita en uno de los casinos que su amigo Dean Martin gestionaba en Las Vegas allá por mediados de los años 50. Pero no; No era un sueño... Era la realidad.

Esta vez me ha tocado el premio gordo. He salido del bingo echando leches. Tampoco tenía intención de gastarme el dinero ganado en jugar más ocasiones, pero cómo no quería dejar aparecer esa posible tentación, he guardado el dinero en mi bolsillo y he salido de aquella sala, no sin antes desearle suerte a mis compañeros de mesa.

Soy Sagitario y gastamos el dinero cómo nos viene. No sabemos valorarlo. Creémos que es un bien de dominio público y solemos sanear muy bien la económia de cualquier país, familia o empresa. El capital en movimiento es nuestra mayor virtud y nuestra mayor perdición... Con tanto dinero en el bolsillo he pensando en hacer muchas cosas. Ir a una agencias de viajes y reservar una semana de vacaciones en cualquier ciudad de Europa. También he pensado en irme de compras y gastarme el dinero en películas y ropa, (fifti, fifti)...

Después de mucho pensar he decidido repartir ese dinero en casa. Una de mis aficiones es repartir mis bienes entre mis seres queridos. Sí, se que suena tonto, pero me encanta hacer regalos, invitar a comer, pagar copas... (cuando tengo dinero, claro).

Es entonces que le he dado más de la mitad del dinero a mi madre; ella es buena gestora, cómo todas las amas de casa, y sabrá cómo invertir bien el dinero conseguido... A mi padre le he dado un poco de dinero también... Y yo me he quedado con el resto.

La noticia de mi "poca riqueza" ha corrido como la polvora entre familiares y amigos. Algunos de ellos me han advertido que el juego crea adicción. Lo se. Otros se han reido con mi aventura y me han dicho que estoy loco, pero que bendita locura sí he tenido esa suerte... Yo soy el mismo que era ayer. Sólo que con algo más de dinero para gastar este fin de semana próximo. Y el otro. Y el otro. Y el otro.

Mañana quiero echar los euromillones y la primitiva. ¿Qué que haría con tantos millones? Uf, tantas y tantas cosas... Me compraría una casa gigante en el centro de Madrid, y otra en el centro de Barcelona y otra en el centro de Málaga... Algún que otro piso o apartamento para alquilar. Me iría a cenar todos los días por ahí. A cenar. A comer. A desayunar. Le produciría a varios amigos míos algunos cortometrajes, y obras de teatro... Editaria dos o tres libros de gente que conozco y tiene mucho talento. Les regalaría a mis padres y hermanas algunos millones de euros.

¿Qué bonito es soñar, verdad? Lo que te provoca un acierto en el bingo...

Cómo dijo Calderón de la barca... La vida es sueño. Y los sueños, sueños son.

¡¡¡Larga vida al bingo, a los juegos de azar, al tabaco y a todo aquello que nos mata lentamente pero que nos hace fugazmente felices¡¡¡

PD: El juego crea adicción. Juega lo justo. Y cuando ganes... TOMA EL DINERO Y CORRE¡¡¡

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola cielooooo!!!

mi salva q le gusta un bingo!!!

pa cuando uno conmigo maria y la vivian?

cuidate muxo amore!!!


un besito

yaye

fuegoensagitario@hotmail.com dijo...

Ole esa Yaye¡¡¡

Pues cuando queraís nos echamos unos cartones. La que podemos liar tu, la vivian, la maria y yo en el bingo puede ser brutal¡¡¡

Sí es que todo el mundo tiene sus vicios, ¿o no?

Un besito amore.

Nos vemos este finde por los bares.