miércoles, 23 de mayo de 2007

EL ECLIPSE... O LAS RELACIONES QUE DEJAMOS ESCAPAR.

El año pasado, en el mes de Agosto más concretamente, entre a un bar y allí estaba ella. Digo ella porque es el ideal de mujer que siempre he tenido en mente, al menos fisicamente, pero sus ojos delataban algo, y ese algo no era otra cosa que la absoluta certeza de que esa chica me había estado esperando toda su vida. Y yo a ella.

Entre miradas y miradas, (ella me correspondía), decidí no dejar escapar la situación y entonces me propuse hablar con aquella chica de ojos vivos y brillantes. Di dos pasos y un miedo, el mismo puto miedo de siempre, me detuvo. ¿Valía la pena arriesgarse a hacer el ridículo por la simple curiosidad de poner nombre a esos ojos? ¿No era mejor salir de aquel lugar, olvidarse del tema y recordar aquella mirada para siempre?

Llevo unas tarjetas de visita en mi cartera dónde figuran mi nombre, mi profesión y todas esas chorradas que nos catalogan cómo una persona que vale la pena o no... Entonces agarré una de esas tarjetas y se la di a uno de los chicos que estaba acompañando a la chica de los ojos vivos. Mi acercamiento ya estaba hecho. Un poco cobarde, no digo que no, pero al menos aquella era la mejor manera de ponerme en contacto con aquella chica que desde hacia algo más de dos horas me estaba provocando una extraña y dulce sensación.

Pasaron los meses y no supe nada de esa chica... Pero sus ojos aún estaban presentes en mi mente. Muchas noches, antes de dormir, solía pensar en su rostro, y en aquella mirada que fijamente se clavó en mis ojos aquel mes de agosto.

En Diciembre alguién me llamó por teléfono. Era una voz de mujer. Dulce. Hermosa. Radiante. Sí, era ella... La chica de aquel bar, la chica a la que muchos meses antes le habia dado mi tarjeta. Por fín me habia llamado. Ni que decir tiene que me sentia el hombre más feliz del mundo. Estuvimos hablando mucho rato... Más de una hora, quizás dos... Antes de terminar la conversación la chica me dijo de quedar y yo que por supuesto estaba deseoso de que el encuentro se produjera le dije que sí. Quedamos para vernos un mes más tarde.

Da la casualidad y la gran suerte de que esa chica era de Madrid y yo en ese mismo momento y por motivos laborales vivía en la misma ciudad.

Y llegó el día de nuestro encuentro. Quedamos en la Gran Vía. Era Sábado por la noche. La reconocí al instante. Por sus ojos, por supuesto. La misma mirada del mes de agosto. El mismo rostro de cristal. La misma sonrisa.

Fuimos a comer algo y comenzamos a hablar. Al principio estabamos los dos algo tímidos pero luego la cosa se fue animando y cada uno de nosotros hablamos de nuestra vida. Sin miedos. Sin mentiras. Parecia cómo si aquel encuentro del mes de agosto, y nuestra cita actual, era el preludio de algo maravilloso... O al menos esa era mi percepción.

Estuvimos toda la noche paseando por las calles de Madrid, bailando en algún que otro local y tomando unas copas. Cuando nos despedimos prometimos llamarnos para concertar una nueva cita en otra ocasión, y entonces ella se subió en un taxi y desaparecio Gran Via abajo.

Esa noche no pude dormir. Estaba inquieto. He de reconocer que aquella chica me gusto mucho y entonces mi mente comenzó a imaginar mil y un finales (o comienzos) para una historia de amor que de seguro iba a ser la definitiva.

La semana paso y llegó otro fín de semana. Yo llame a la chica pero no podia quedar. La semana después la chica me llamo pero ahora era yo quien tenía planes. No recuerdo muy bien si estos planes eran importantes o no, solo se que no me venia bien quedar. Por lo cual dejamos la cita para la semana siguiente.

De nuevo llegó el fin de semana pero tampoco pudimos quedar... Yo estaba en Málaga visitando a mi familia y amigos y ella me llamo. Me dijo de tomar una copa pero yo le expliqué mi situación geográfica y mi absoluta incapacidad para llegar a tiempo a la cita.

Dos semanas más tarde estaba en Madrid y pense en llamar a la chica y decirle que ya estaba de vuelta y que podíamos ir a tomar una copa. ¿La llame? No. No la llame. ¿Sabeís porqué no la llame? Sinceramente no tengo ni idea. Lo único que puedo decir es que una extraña desidia, inseguridad y quizás miedo se apodero de mi. Pensaba en quedar pero también pensaba en no quedar. Con esa chica me lo había pasado muy bien en la primera cita pero eso no significaba que todas las citas podían ser iguales. Y entonces algo me paso... Mi estado de ánimo cambió y comenzaron a surgir un montón de dudas, de excusas, de tonterias... Todas ellas sin ninguna explicación pero lo suficientemente fuertes cómo para hacerme decidir que no volvería a llamar a esa chica, al menos por un tiempo.

Un mes más tarde me enteré que tenía que volver a Málaga por motivos de estudios, y juré que antes de marchar de Madrid la volvería a llamar para tomarme algo con ella, despedirme y decirle que me habia gustado mucho y que estaría encantado de seguir la amistad por los medios que esta nueva situación obligaban, o sea, o movil o correo electrónico.

El último fin de semana de estancia en Madrid me pase todo el tiempo en casa. No tenía ganas de salir, ni de despedirme de nadie, ni de llamar a la chica, ni de caminar por las calles de la hermosa ciudad que tan amablemente me había acogido meses atrás.

La misma tarde de mi partida, el domingo, recordé que la chica trabajaba en la estación de trenes de Atocha, en una pequeña tienda, y entonces pensé que aquella era la mejor manera de despedirme de ella. Podía entrar en su tienda, decirle que me tenía que ir y que esperaba volver a verla. Pues bien, justo cuando vi a a la chica a través del escaparate de la tienda dónde trabajaba me entro un temor, un estremecimiento... Una sensación de ridiculez total. Y entonces pensé que no valia la pena.

Lanzé una última mirada a aquella chica y comence a caminar hasta el andén. El tren salió de Madrid media hora más tarde. En mi mente los ojos de aquella chica. Los ojos que una noche de Agosto me alumbraon por primera vez.

Mi último pensamiento consciente antes de abandonar Madrid, ya cuando estaba sentado en el tren, fueron para esta chica... Y me senti triste. El hombre más triste del mundo.

Mes y medio más tarde no se nada de esta chica. Ella tampoco me ha llamado con lo cual sospecho que esta sufriendo el mismo sentimiento de desidia emocional que yo, o quizás simplemente ha decidio que lo nuestro fue algo que jamás tuvo que suceder, porque claro... Yo tengo una percepción de lo que pasó y ella pueda tener otra muy distinta. Que grandioso seria poder estar en el corazón del otro durante un par de segundos, ¿verdad? Saber lo que esa persona siente, desea y teme. Entonces todo seria mucho más fácil.

A estas relaciones que pueden ser, (o no), pero que no llegan a nada las llamo yo RELACIONES TIPO ECLIPSE... y son esas relaciones en las que por algún u otro motivo no profundizamos y dejan en nosotros una huella; primero de curiosidad y luego de absoluta indiferencia.

¿Por qué nos pasará esto? ¿Qué motivos hay para ello?

En el fondo es algo muy triste. Pero más habitual de lo que nosotros pensamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las historias son un eclipse sólo si tú estas dispuesto a ello.

fuegoensagitario@hotmail.com dijo...

Puedes que tengas razón... Pero estos tiempos son tan oscuros para amar y ser amado... Además, ¿qué es amar? Dime un solo hombre que haya amado de verdad y entonces podré entender la grandeza de esas cuatro letras AMOR.

Siempre he preferido la amistad al amor. La amistad es sana, casi nunca va con segundas. En la amistad no hay nada pero también esta todo. En el amor a veces no hay nada... Pero nos empeñamos en pensar que hay de todo. ¿Ves la diferencia?

Quizás yo nunca he amado cuando pensé que estaba amando. O quizás ya he amado sin ser consciente de que aquello era amar. En cualquier caso sólo te diré una frase que alguién me dijo hace mucho tiempo...

"Me gustaría no quererte... O quererte mucho más".

Ese es el problema; que nunca es bastante. Siempre es poco, mucho o nada y a veces da miedo comprobar que hay de ti en una persona y que hay de esa persona en ti. Entonces viene el miedo, las dudas, las preguntas... Y decides seguir por tu camino sin interferir en el camino de esa persona que dejas escapar sin saber que quizás sea EL AMOR DE TU VIDA.