martes, 28 de octubre de 2008

Me ven bien... Y feliz.

Pues sí; me ven bien y feliz.

Esta tarde alguién muy quierdo por mí me lo ha dicho.

-Te veo muy contento y feliz. Mucho mejor que el año pasado y a principios de este.

Y sí, tiene razón. Estoy bien, muy bien, mejor que hace seís meses... Mejor que hace nueve... Mejor que hace un año.

La gente que te quiere de verdad y que te conoce se da cuenta de esas cosas. Ellos te ven de fuera, y cuando tu percepción coincide con la de ellos es que no hay error.

Ahora me doy cuenta de toda aquella gente que me quería (y me quiere de verdad) y me solía decir; sal de esta historia. No vas a ganar nada. No te aporta nada. Sal.

Pero yo, que soy terco cómo una mula y suelo hacer poco caso de los consejos ajenos, me empeñaba en forzar lo que era inforzable... De poner esperanza en unas historias que no eran esperanzables. De luchar por aquello que en realidad no valía ni un duro.

Y durante mucho tiempo huí de esos consejos, pues me parecían dañinos y en cierto modo malintenciondados. Y durante mucho tiempo hice oídos sordos a todas aquellas personas que apreciándome sólo buscaban lo mejor para mi. Y cuando me dí cuenta pensé que ya era demasiado tarde para recuperar a estás personas, o al menos para que de nuevo, en situaciones novedosas, me dieran esos consejos que yo había pasado por alto, casí ignorado... Y ahora, gracias a Dios, estás personas siguen a mi lado. Me dan consejos. Se alegran de verme tal y cómo soy ahora.

No he sido yo durante mucho tiempo, eso es cierto. He estado anulado por circunstancias que anteponian mi libertad y mi verdadero ser ante otras cuestiones que parecian relevantes, pero no lo eran. Y ahora, cuando miro atrás, me pregunto; ¿ese era yo?

Y por más que lo intento no me reconozco. He estado tapado, asustado, succionado por una historia que me chupaba la sangre y el alma, que me provocaba problemas que me eran totalmente ajenos, que en realidad, siendo sincero, me importaban una mierda... Y la gente me solía decir siempre, siempre, siempre; sal de ahí... No sigas. No sigas. Sal. No mereces una historia cómo esta. Mereces algo mejor. Pero cuando yo me empeño en algo, me empeño.... Y nada, así fué hasta hace un tiempo, un tiempo dónde el sol de nuevo brilla, donde he aprendido a reir de nuevo... Y lo mejor de todo, dónde he aprendido a controlar mi vida, a vivir a mi manera... Sin dar más explicaciones que las que quiera dar. Sin sentir un yugo en mi cuello que me aprisionaba cómo jamás me ha aprisionado nada en este mundo.

Y ahora, cuando miro hacia atrás pienso, ¿ese era yo?

Y no ha sido tiempo perdido, sino tiempo de aprendizaje. Y no ha sido tiempo muerto, sino tiempo de crecimiento. Y no ha sido tiempo parado, sino tiempo de viaje, de camino... Hacia lo que ahora soy. Hacia lo que siempre he sido, sólo que por un momento, (una eternidad quizás) deje de ser.

Y ahora no recuerdo ni las cañas, ni las noches de pasión, ni esas conversaciones sobre un futuro que de ninguna de las maneras podía ser factible, ni de las ilusiones por convivir, ni de los paseos por lugares que intenté descubrir de nuevo con otra persona, ni de aquellas llamadas que me producian un dolor intenso, ni de aquellos momentos donde el amor me ponía contra la espada y la pared, ni de los instantes dónde desee ser otro, otro para olvidar, para cerrar, para zanjar... Ni de aquellas noches dónde todo era malinterpretado pues una inseguridad ajena quería ver en mi defectos propios y aún no curados ni aceptados. Y es que, cómo ahora siempre digo, algunos ladrones se creen que todos son de la misma condición, pero yo nunca robé... Ni dañé, ni engañe... Y por eso mi seguridad estaba clara y afianzada... Afianzada en mi mismo, que ahora, por siempre, por la eternidad, es lo más importante de entender.

Y me río de las mentiras, de las noches pensando que podría haber sido malo, de todas esas circunstancias que han convertido este verano en una auténtica pieza del mejor guión norteamericano. No me acuerdo, en serio... O mejor dicho; me acuerdo vagamente, pero cómo si todo hubiese sido una película mala, de serie b, de esas que ponen en Antena tres los sábados por la tarde, cuando no hay nada que hacer, cómo yo me sentía en esos momentos... No había nada que hacer, por lo tanto hacer eso era mejor que no hacer nada.

Y ahora le gente me dice; te lo dije. Y yo les doy la razón. Pues no hice caso de esos consejos, me anule cómo persona y cómo entidad viva e independiente. Y jugue a jugar que pensé que quería, cuando en realidad el juego no tenía ni piezas, ni tablero... Ni participantes.

Somos lo que aprendemos, no lo que tenemos. Somos lo que queremos ser, no lo que otros quieren que seamos. Y ahora, tiempo después, con la tranquilidad del paso del tiempo, de la relatividad del dolor, de todo aquello que me dejó seco durante algunas semanas... Me siento insuperablemente bien.

Y la prueba fué aquella noche, que hice de nuevo el amor, y en aquel rostro no ví ningún rostro. Y me preocupé por surcar ese cuerpo cómo sí fuera la primera vez que mi barco navegaba por un puerto desconocido. Y esa noche, es béndita noche dónde por fín volví a ser lo que era, me di cuenta que todo había sido un suspiro, algo olvidado y olvidable, una realidad paralela que me ataba a una red de mentiras con múltiples rostros, caras, risas...

Y ahora.... Ahora... Ahora...

Soy yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro mucho por tí, pero te reconozco que es muy raro. Pocas son las personas que han logrado escapar ilesos de la misma historia que tú has vivido y aun andan enredados, y lo que es peor, muchos de ellos todavía ven víctima al verdugo ¡eso sí que tiene mérito!
¡Enhorabuena!

fuegoensagitario@hotmail.com dijo...

Hola querido amigo/amiga;

Antes que nada muchas gracias por tu comentario, este espacio está vivo gracias a ellos.

"Ver víctima a los verdugos", bueno; cada cual ve lo que quiere ver. Lo importante es saber que papel has jugado tu en la historia, sea cómo haya sido.

Lo importante también es sentirte bien con todo lo que has hecho, y saber que, para bien o para mal, brindaste toda la confianza a una situación que luego no resulto ser cómo habías pensado. Todos nos equivocamos y rectificar, ya sea tarde o temprano, es de sabios.

Escapar ileso de una historia o situación es más o menos fácil; sólo tienes que olvidar el pasado, saber que una mala experiencia no debe condicionar tu futuro y sobre todo ir con la cabeza muy alta pues sabes, y quién quiera sólo tiene que preguntar, que tú no has hecho nada malo.

A partir de aquí es un nuevo comienzo, intentando no cometer los errores que en un pasado fueron causantes de malos tiempos.

Un abrazo.