domingo, 11 de abril de 2010

La Mar

Veo la Mar y la siento... pero está lejos.

Tiene miedo de mi por que aún no entiende que sólo busco su espuma, su nítido resplandor en noches oscuras y frías que me traen su recuerdo.

Siento el rumor de la Mar, cada día y cada hora. Cuando me levanto en las mañanas grises y rápidas, cuando me acuesto en las noches que reservo para lágrimas sin sal.

Pero tiene miedo de mi. Juega a evadirse entre olas de palabras vacías, se escapa entre los dedos de mi mano para ir a caer sobre una arena de soledad y escombros que solo puede saciar ella.

Hablo con la Mar cuando necesito su consejo... su voz cálida y dulce que me lleva en volandas hacia espacios y tiempos que no pueden ser ahora, por que los deseos son uno, y siempre, siempre... en sueños.

Pero tiene miedo de mi. No entiende que soy un patrón seguro y firme, cuyas palabras sinceras y profundas hará que el barco no llegue a naufragar por las tormentas lejanas y cercanas que puedan acecharnos bajo aguas frías o calientes.

Río con la Mar cada vez que deja escapar un leve susurro que huele a sonrísa en primavera, a noche estrellada en habitaciones de colores. A caminos sin recorrer cuyos kilómetros de ásfalto no son sino pequeños pasos que se iran haciendo plácidamente sobre la marcha, sin prisas.

Pero tiene miedo de mi. Quizás la Mar ya no me recuerde. Quizás la Mar ya está en otros ríos. Quizás la Mar espera anclada en aquella playa a que mi barco, cuando ya todo este claro, sereno y seguro vuelva a encayar en su bahía. Ya para siempre.

La Mar y yo. Siempre tan cercana... y a la vez tan lejana.

No hay vida en esta botella sin mensaje.

No hay vida sin la Mar.

Y espero un nuevo verano donde bañarme en ella. Y ella, espero y deseo, en mi.

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