Entraba a la cocina y se sentaba frente a la mesa. Desde el salón yo podía oír cómo dejaba caer un poco de Wisky en un vaso pequeño. Y luego escuchaba el rumor de la piedra de un encendedor prendiendo un cigarrillo. Segundos más tarde sentía el olor penetrante del humo. Había llegado hasta a mi.
Yo me levantaba y del salón me iba a la cocina. Me sentaba en frente. Y esperaba. Esperaba sus palabras. Bebía poco a poco, lentamente... Apurando cada sorbo cómo sí su vida se fuera en ello. Era su manera de decir las cosas importantes.
A veces el silencio se hacía insoportable y yo me entretenía mirando el wisky en el vaso. El color amarillo, prendido y unido a la extraña luminosidad de la pequeña lámpara que estaba encima del mueble.
Y los minutos pasaban... Pero no decía nada.
Cuando ya me cansaba de esperar solía decir;
-Dime ya lo que sea. Debe ser importante... Has necesitado dos vasos de alcohol para intentarlo. Aquí estoy. Desenfunda. No me hagas esperar. Estoy preparado. No tengas miedo. Dime. Dime ya.
Después de mi sermón ella comenzaba a hablar tímidamente. Daba rodeos, muchos rodeos... Palabras entrecortadas, miradas perdidas en el vaso, en la madera de la mesa... Menos a mi, a todos lo elementos de la cocina. Hasta al techo. Y de vez en cuando un suspiro.
Yo me iba de su casa pensando que aquella no sería la última vez que esas paredes me vieran. Así que, sin apenas darle importancia al asunto, le daba un abrazo, y ya en el rellano le solía decir; Nos vemos. Cuídate.
Así una vez y otra vez. Yo era paciente. Aprendí a serlo en esos momentos.
De camino a casa una leve sensación de tristeza se apoderaba de mi. Caminaba por las calles, se hacian eternas, largas, duras... Solitarias.
Cuando llegaba a casa y me tumbaba en la cama, siempre pensaba lo mismo; Dentro de un mes igual. Dentro de dos meses igual. Dentro de tres meses igual. Debo hacer algo...
Pero, ¿qué hacer cuando tú no eres tú... Sino la persona que te quiere?
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(Fragmento de una carta que nunca mandé.)
"Este año está siendo algo raro para mi. Sólo trabajo y estudio. Estudio y trabajo. Luego me encierro en mi habitación esperando que llegue el día siguiente, la rutina... Es lo único que tengo que hacer y al menos eso me mantiene ocupado. Sin pensar en nada. Me pregunto sí no habré ya agotado mi tiempo aquí. Sí lo que me hizo venir desde tan lejos ya no supone estar retenido por más tiempo".
"A veces te hecho de menos... A veces, muchos días... Horas. Minutos sueltos. Una canción que me recuerda a ti. Una película. Alguna carta tuya que encuentro, de esas que me mandabas el año pasado. Y es que en un año pueden pasar muchas cosas. Sí, te hecho de menos, y me arrepiento de haberte hecho daño. Aquella tarde de Octubre fuí muy cruel; yo te ví cómo una amiga, y no entendí que mi verdad asumida podía ser una verdad dolorosa para ti. Fuí egoista y lo reconozco. Pero siempre meto la pata, se me da muy bien. Te hecho de menos, de verdad. Una máquina del tiempo... Y volver a ese día. Estoy arrepentido. Pero no es por miedo, es por mi verdad. La verdad de lo que siento ahora, y la verdad de lo que sentía antes, sólo que estaba confundido".
"A veces pienso en llamarte, pero me da verguenza. Me acuerdo de que ponen una película que te gusta en el cine y pienso en ir a verla contigo. Pero ya ha pasado mucho tiempo, en realidad unos meses... Pero parece que un abismo se ha interpuesto entre tu y yo. Supongo que será una apreciación personal pues seguimos hablando muy de vez en cuando, y los dos nos forzamos para que la relación, al menos de amistad no se pierda. Pero cuando te veo tengo ganas de decirte muchas cosas y luego, cómo siempre, no te digo nada. Sí cosas intrascendentes sobre la vida que llevo ahora. Vida tan aburrida pero que yo te la cuento cómo sí fuera lo más de lo más. Es mi manera de protegerme. De aceptar que todo ha terminado entre nosotros dos".
"Así que me da verguenza llamarte y decirte la verdad. La verdad que tú ya no creerás. Es duro saber tu verdad y saber también que la otra persona no la va a aceptar pues piensa que un cambio tan brusco no puede ser producto del pensamiento y del amor, sino del miedo. Pero yo acepto tu decisión, acepto lo que puedas o quieras pensar de mí. La culpa ha sido mía, y si algo se hacer bien es eso mismo; aceptar que meti la pata. Y que las consecuencias de mis actos sólo son sufridas por mi".
"Quiero llamarte pero no puedo. Aquella cena, en tu cumpleaños, fué dura... Brutal. Tu allí y yo en la otra punta de la mesa. Una barrera. Deseé que todas aquellas personas desaparecieran de un pluzamo. Sin más. Quedarme sólo contigo. Y decirte... Decirte todo lo que te estoy diciendo esta noche".
Barcelona 23/03/04
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Ella se puso a llorar frente a mis ojos. Después de tres años... Cuando pensaba que ya había asumido que lo nuestro había sido un juego. Ya sabéis; una noche, dos personas que se conocen en un bar... Siguen saliendo, otro bar, otra noche... Así hasta que se dan cuenta de que deben unirse más. Sin miedo. Aprovechando el tiempo que se cierne ante ellos.
Y ella seguía llorando frente a mi.
Y me dijo; Tú me has hecho descubrir muchas cosas. Muchas. Cuando ya estaba muerta, desencatada de todo, apareciste en mi vida. Y esos meses estuve feliz. Con mi pena, pero feliz. Y siento que te diga esto después de tanto tiempo pero aunque fué breve, aunque no duro nada, aunque el miedo me podía más que todo lo demás; Gracias, Salva. Gracias de verdad. Me has salvado la vida.
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"No quiero mirar hacia atrás
tú no eres mi guardian,
ni mi maestro... Ni mi fantasma.
No quiero mirar hacia atrás,
prefiero la verdad,
a una promesa que se derrite".
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Yo no se que tiene de malo la verdad. Ni tampoco hablar de ella. No hay que tenerle miedo. Es lo que hay. Y punto. La sinceridad se basa en aceptar que con lo bueno y con lo malo, somos lo que somos por encima del que tienes al lado, del otro... De tu cabeza. Porque la verdad no entiende de razones, sino de sentimientos. Y es por eso que algunos me conocen y otros no. Pues cuando habla mi cabeza no soy yo, cuando habla mi corazón lo soy todo. Sólo que a veces, cuando tengo miedo, cuando no conozco a nadie, cuando me quiero hacer el duro... Habla mi cabeza. Esa parte suplanta mi personalidad.
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A principios de año estuve en el espigón, en el puerto. Dónde tantas veces fuí con Lucía y con Raúl.
Sentía la necesidad de contarle esas experiencias a la persona que en ese momento estaba a mi lado, frente al mar... Dónde tantas otras veces estuvieron Lucía y Raúl.
Por un momento estuve tentado de contar, pero luego pensé, "no vale la pena. No podría entender nada. No sabrá de lo que hablo. Por mucho que pueda explicar no podrá entender que ellos, este lugar, esos momentos... Son más importantes que muchos de los momentos que he vivido con otras personas, en otras circunstancias... En tiempos actuales o en tiempos pasados".
Así que opte por callerme, recordar para mi solo... Y desear que en un futuro, la persona que estuviera a mi lado fuera tan importante cómo para contarle todo aquello que durante tanto tiempo me he guardado.
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Cada año, en cada nueva celebración de mi cumpleaños, siempre hay gente nueva. Personas que, hasta hace poco tiempo, no eran nada en mi vida, y que de seguro, el año que viene, por estás fechas no habrán significado nada, absolutamente nada para mi. Pero es lo que tiene la vida, los años... Te vas encontrando con personas que forman un puzzle extraño y pasajero, que rellenan agujeros temporables, huecos vacíos que pretendes afianzar de cara a un futuro... Y con un poco de suerte, así es.
Cada año, en cada nueva celebración de mi cumpleaños siempre hay un recuerdo para los que no están porque ya se fueron. Aquellas piezas encajaron muy bien con mi otra pieza. Pero el viento, el aire, una tormenta pasajerá destruyó el mosaico dónde una vez, y quizás por siempre, ellos y yo estuvimos unidos. Formando un todo.
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"Mirálos están ahí,
con mil antenas que rasgan el cielo grís.
Los tejados son así,
llueva o nieva en Diciembre o en Abril".
"Y se que no debería de volverme a enamorar,
que tendría que tener un poco más de voluntad"...
(Complices. "Los tejados".)
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Todo le mundo me dice; oye, ¿cómo lo haces?
Y yo siempre digo; Es fácil. Qué una cosa no funcione no significa que otra cosa no pueda.
Así que sigo llamando. Sigo quedando... Y con un poco de suerte nos reimos de los viejos tiempos. La llama siempre está ahí, seamos sinceros... En unos casos más que en otros, pero quizás eso sea lo que nos une.
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Un beso a todos.
¿Por qué apuntan a Sirio?
Hace 6 años
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