NAVIDADES.
La navidad del año pasado fué muy extraña. Me pasaba los días enteros metido en una casa ajena esperando a una persona. Y esas horas muertas pasaban sin apenas descanso... Se me hacian pesadas. Es por ello que no dejaba de recordar otras navidades, y por supuesto a otras personas del pasado. Mi cuerpo estaba aquí pero mi mente no. Y claro, se me notaba mucho. Es complicado explicarle a una persona que crees o sientes que ya has llegado al tope de tu vida, y que por mucho que lo nieges, sabes o intuyes que antes estabas mejor. Yo no pude explicar esto, pues se que esta explicación me hubiese traido muchos problemas, pero cuando lo pienso, cuando lo medito sinceramente, creo que sí esta explicación la hubiese dado en ese momento me habría ahorrado un tiempo precioso que en cierta manera malgaste.
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Recuerdo que le mandé un mensaje y le dije, "Feliz año nuevo. Espero que seas feliz y que pases estos días con los tuyos". En poco tiempo recibí su contestación; "Sí, estoy pasando estos días con las personas que quiero, pero me falta una". Esa "una" era yo. Leí el mensaje dos o tres veces... Estuve a punto de contestar... De decir la verdad y contarle que a mi también me faltaba... Pero no quise hacer leña del árbol caído y opte por no decir nada. Es la típica situación en la cual tu cabeza te dice una cosa, y tu corazón otra. Por primera vez en mi vida hice caso a mi cabeza... Pero bien sabe Dios que mi corazón, lo que de verdad sentía y quería decir en ese momento, fué lo que tuve que responder.
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La última navidad en Barcelona, para ser más concreto, la primera y última nochevieja que pase en Barna, fué el comienzo del fin de mi aventura. Recuerdo que unos amigos, que eran pareja, me habían invitado a una fiesta. Pero no tenía ganas de ir. También recuerdo que Chabe haría algo en esa noche, pero no me atreví a decirle que quería unirme a sus planes, temía molestar y por aquellos tiempos, aunque no fué nada grave, y no estábamos pasando por nuestro mejor momento, la situación se había enfriado un poco y no quería forzar las cosas. Así que me quedé en casa y me vi dos películas. Cuando termine de verlas, apague la luz... Y me dispuse a dormir. De pronto, un pensamiento se me vino a la cabeza; este no es tu lugar. Demasiada soledad amistosa para un corazón tan social y amistoso. Esa noche, sin apenas pensarlo, sin apenas meditarlo... Cómo algo que intuyes pero que no razonas, supe que Barcelona y yo habíamos terminado.
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Llevaba 10 meses en Barcelona y bajé en navidades a Málaga para pasar las fiestas con mi familia. Esa nochevieja tenía una fiesta con los amigos de siempre, y juro por Dios que el plan me apetecía mucho. Pero luego, en la fiesta, me di cuenta que aquellos amigos, mis amigos de siempre, los de toda la vida, no eran mis amigos de siempre, ni tampoco mis amigos de toda la vida. Eran sus rostros pero no eran ellos. Eran sus voces pero no eran sus palabras. La cosa se había enfriado y aquello parecía un desfile de viejos fantasmas, de pasado obtuso y borroso, cómo una escena de una película de Fellini; ropas, máscaras, gritos, silencios. Demasiado incómodo para alguién que siempre se sintió a gusto con la gente que le rodeaba. Capee la noche y la fiesta cómo mejor pude, y después en un taxi, de camino a casa, pensé que poco a poco nos vamos convirtiendo en personas diferentes y que, nos guste o no, cada nuevo cambio viene marcado también por un cambio de circunstancias, de amistades, de rostros... Esa noche comprendi que los amigos también pueden ser una página más que se ha de cerrar... Y no volver nunca jamás a leer.
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Dos años más tarde, de nuevo en nochevieja, compartí la fiesta con los rostros y las voces de los que hablo en el parrafo anterior. Pero ya todo era diferente. Yo era más fuerte, en cierta manera me sentía más fuerte que ellos y ajeno a todo lo que ellos habían vivido y estaban viviendo cómo personas. Ayudo también que fué la primera fiesta que compartí con Toni, mi primer amigo del mundo del teatro... Y claro, éramos los raros de la fiesta. Pero joder, que rareza más gustosa, en serio... Jamás disfruté tanto de sentirme diferente cómo en aquella noche. Y me sentía tan diferente que esa noche hice cosas que jamás había hecho... Todo el mundo me miraba cómo un bicho raro, de eso era consciente, pero me miraban así porque ellos no se atrevian a ser cómo yo y claro, cuando uno no puede hacer algo que otro si puede, lo mejor es mirar, hablar... Y sentenciar. Esa noche me desmelené por completo. Estaba dominando la situación y estaba dominando a todo el mundo. Nadie se metía conmigo porque nadie era capaz de ponerse en mi lugar, de atreverse... Y esa noche tan divertida, que algún día os contaré con más detalles, fué una de las mejores nocheviejas que he tenido en toda mi vida.
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También recuerdo una nochevieja de hace tres años dónde no me importaba nada ni nadie, pues lo más importante estaba a mi lado. Recuerdo que nos invitaron a una fiesta en casa de un pintor. Y lo pase de fábula. Hablé mucho, tenía amor... No podía pedir más. Y cuando nos cansamos de aquella fiesta, nos fuimos a dormir, sin más pretensión que hacer lo que hacíamos todos los días, dormir juntos. Descansar. Sentir piel con piel. Escuchar respirar y el latido de un corazón... Un corazón ajeno que te pertenece tanto o más que el tuyo propio.
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La primera navidad en Barcelona fué fabulosa; me sentía uno más en casa de mis tíos y me sentía uno más en casa de Chabe. Todas esas luces en la calle, esas nuevas calles que poco a poco me iban enseñando sus secretos. Sentí nostalgía de Málaga, por supuesto que sí, pero no debéis olvidar que cuando uno se siente en el hogar, sea este cual sea, la nostalgía es más llevadera. Y así me sentí yo el primer año en Barcelona. En mi casa, en mi hogar.
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Las navidades del año 2005, cuando vivía en mi piso de Calle la Unión, también fueron estupendas. Recuerdo que hice una fiesta de nochebuena que fué todo un éxito. También recuerdo que aquellos días los pasé en compañía de Nuria y Toni. Estábamos solos en casa pues mis compañeras se habían ido a sus respectivos pueblos, así que teníamos la casa para hacer todo lo que nos daba la gana. Ver películas, beber, (nos cargamos tres botellas de pacharan en dos días), hablar, reír... Escuchar música. Sí, fueron unas navidades estupendas. Divertidas. De esas que no se olvidan, y de esas también que de seguro jamás se volveran a repetir.
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